viernes, 10 de marzo de 2017

El rulo de un caracol soltero.




                     El rulo de un caracol soltero.


-¡Llego tarde!
¡Qué tarde llego!-
al principio del cuento:
érase que se era, un conejo
que se apresura para no acabar, muerto
saeteado por el minutero
de un reloj, ajeno.
Es de la Reina, su Heraldo
y ella, su oscuro deseo
para todos, un naipe más de su ejército
que guarda el onírico reino
de este delirante, sueño.


Dicen que mató al Mar Muerto
con sus propios dedos
para que estuviera quieto
-No lo creo-
Cierto,
que en una barca de piedra llegó a puerto
exhausto, sin remos
y sin que los dioses
le dieran su aliento.


Sin querer queriendo pasó
de saltamontes a chavo
y de ahí a octavo pasajero
¡A Chapulín ha llegado
con tan poco presupuesto!


Guardián
de un campo de centeno
adelanta su pulso
un ladrón de melocotoneros
y en medio de la era, quieto
con carnes de heno
sus jirones de tela dibujan el viento,
gritos hechos de garabatos
que ahuyentan el festín de los cuervos.
Sus dedos de madera de avellano
sienten la gratitud del grano,
su tallo, caricias sopladas por el solano.
De todo lo que cobija su cielo, es el dueño
este guardián del centeno.


Durante años, padre soltero.
Gambeteó bachatas, un tiempo:
metió rodilla bajo polleras
con dobladillo de muslamen bajo,
siempre
como un Tony Manero del Cerro.
Ahora, fantero
de piel naranja y de reses sin cencerro
que dispara su nueve parabellum
sin miramiento.
Y se le arruga el pellejo
si pierde chicha,
si le truena la nube de aquel secreto.

Markus Lieben.


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