De cuerpo presente-.
El “Lobo de mar” y su tripulación
de cinco hombres y medio hacían la campaña de la langosta en las Islas
Desventuradas, anclados al socaire de un gigantesco acantilado de cien metros
en la Isla de San Ambrosio; venían como todos los años desde la isla de
Robinson Crusoe a aquella inaccesible, inhóspita y desierta isla. Cumplida la
faena volvían con las bodegas llenas de grandes crustáceos, el alma cicatrizada
por la soledad del paraje y los oídos sordos de escuchar sólo al viento, el
bramar de la mar y el susurro de sus conciencias.
Vuelvo en sí, pero como si no. De
fuerzas, nada, sólo para balbucear. Apenas les digo mi nombre y el del infausto
paquebote, y todo es una estampida de exclamaciones, opiniones de unos y otros
pisándose las palabras a voces. Uniendo con hilo de paciencia trozos de
conversación atropellada sé del inexplicable naufragio en los Bajíos del
Portugués, del salvamento por pesqueros españoles y chilenos de todo el pasaje
excepto un topógrafo siciliano desaparecido y el capitán del barco, que fue
visto por última vez por su segundo camino del puente creyendo finalizada la
evacuación. Ahí, yo siento dolor, claro.
La Armada chilena estuvo buscando
a los desaparecidos “Dead or alive” durante diez días sin la recompensa de
encontrarlos. La prensa nacional primero y la local después informó del extraño
accidente, de la actitud contradictoria del patrón; incluso glosó una maraña de
relaciones directas e indirectas de la Naviera Marejada propiedad de un tipo
peligroso, mandamás gringo, moteado Fat Dog, cuarto y mitad de empresario, un
tercio de político, medio mecenas cultureta, es decir, un integro hijo de la
gran puta hampón al decir de todos.
La naviera formaba parte de un
grupo empresarial, “Rich & Cobre”, relacionado, con la naturalidad
impostora que da la plata, con el poder político regional, el empresariado y
los bajos fondos. Así asocio, eso sí mentalmente, por ser la fórmula más barata
para las pocas fuerzas de que dispongo en cuenta, lo escuchado con lo compuesto
por mí en el usufructo del famoso Método Alzhéimer de Investigación, sobre la
nominada S.A.C. rebautizada ahora como
Rich & Cobre.
Ceno caliente y empiezo a sentir
que tengo cuatro miembros, un ponente y un botones, contando los entumecidos
remos, la palabra trémula y el pequeño dispensador multifunción tipo botón de
la entrepierna.
Pacífico y Auro deciden cómo
proceder: dar cuenta por radio de mí a la Base Naval y Aérea de la Armada
chilena en la vecina isla de San Félix, y mañana, acabada la jornada poner
rumbo con el “Lobo de mar” hasta allá, distante unas 21 millas y dejarme algo
más recuperado en ese partidero de milicos confinados.
Cae la noche, reunidos como en
una lección de anatomía, café o mate en mano, el ceviche en el buche, me
preguntan una y otra vez por el lugar donde he estado. Les describo mi
“archipiélago gulag trubado”, su entorno y algunas de mis vicisitudes durante
más de 400 días. Se miran como quien no entiende. Descartan su casa, el
archipiélago de Juan Fernández, el de Sala y Gómez, la Isla de Pascua, Chiloé,
Guamblin, Guayaneco y las Islas Galápagos; en todas, incluso en los islotes, la
Armada Chilena había buscado sin resultado.
Nemo.
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