domingo, 19 de junio de 2022

Árbol japonés de la Avenida Cruzcampo. Serie Árbol. Contiene el Tiesto de Cándido el espantapájaros y Sofía, la lechuza que comía lechuga.

    Árbol japonés de la Avenida Cruzcampo, de                                        Nemo.

"-¿De dónde vino? ¿La has visto?--inquiere extrañado el solitario espantapájaros del barbecho--.
Expectante, y girando su cuello, contesta la lechuza del ciruelo.
-¡Claro que la he visto, vino del sur, con aire de cerezos en flor! ¡Trajo ventolina con aroma de azahar y amapolas!-. Contesta la sabelotodo rapaz, e incontenible, sigue diciéndole al espantajo de volátiles--. Llegó ayer, cuando la pícara luna se vestía para una zambra de zíngaros, tocada con peineta de relámpagos y mantilla de niebla. Apareció tímida y taimada ella, recién escapada del quicio de un solsticio moribundo. Así es, como siempre, asomó tras los rastrojos de un invierno difunto.
Madrugó la madrugada, que diría la Elejía de Miguel, el poeta -Permíteme la delicadeza, Cándido-. ¡Y tú, bobo, dormitabas!
-Continúa Sofía su extraña perorata lírica- Ya la ves, mira a tu alrededor, Cándido, la tierra luce esplendorosa toda ella, bajo el palio de nubes de lluvia, y el cielo, ya es pura exuberancia de luz que genera brotes verdes en la vegetación hasta ahora marchita.
Todo, todo lo nota, también el monte bajo se engalana con guirnaldas, yedras y florecillas de colores, como una vestal de Atenea. A las cercas de piedra de las fincas le salen barbas porque se cubren de verdín y enrededaderas. En lontananza, encapotan nubarrones a la dehesa, a la floresta, abrigadas aún por una túnica nival, bordada a base de copos de nieve, cosida con hilo de ventisca a las crestas de las montañas nevadas.
A partir de ahora -bien lo sabes, centinela- correrá la estación desbocada, gracilmente,  sobre campos sembrados y sierras carrascas. Brincará el agua por doquier, alegre, de peña en peña, de tajo a tajo, repiqueteará el pedrisco de borrasca sobre los baldíos, como cierva recién preñada.
La he visto llegar, claro que sí, y adentrarse hacia el norte, sinuosa, con ventolera de tormenta. Impresiona verla romper el invierno, coronar al sol con un racimo de rayos de sol alrededor de su diadema de fuego. Todo esto lo pergreña en su honor Alseida, la náyade de los Idus de Escarcha para celebra el resurgir de la tierra.
-No la esperaba ahora, la verdad--responde el espantapájaros algo entumecido todavía por el frío del invierno y con nieve alrededor de sus estacas que hunde en la tierra--.
-Los almendros y los cerezos ansiaban verla, y ya celebran, floridos, un nuevo ciclo de vida ¿Es que no te das cuenta?
-No me dotaron tan a conciencia como a ti para entender la natura, mira mi cabeza, lechuza, es una calabaza, de sombrero calo una lata vacía de tomates Martinete, mis carnes son de alfalfa de la última siega, por pies tengo un par de estacas de cerca, y por falanges, sarmientos de viñas garnachas, además late en mi pecho con ritmo de mazurca, una patata agria que sobró de la sementera, y aunque no quiera, cuando llega el tiempo de cosecha se arruga la dichosa patata, y amarillea, volviendo mi carácter celoso e irascible hacia todo, y como loco, espanto a las malditas grajas, y a mi pesar, también a los pajarillos recién escapados de los nidos.
La lechuza gira la cabeza hacia el río frontero con la huerta, allí, su pareja picotea en un surco una tierna lechuga, y sin perderle de vista, se disculpa.
-Se me va la cabeza. Perdona, es época de cortejo y puesta. Me pongo romántica, y Félix me reclama ¡Hala, Cándido, adiós, dale aire a tu bufanda, que ya está aquí la primavera!".

Nemo.


Fotografía: Markus Lieben.
Árbol japonés de la Avda Cruzcampo, de Nemo.
--Tinta sobre papel--.
Tiesto de Cándido el espantapájaros y Sofía, la lechuza que comía lechuga, de Nemo.
Fondos mollares de la Fundación Grisgrís. Sala de la jorraquina matancera. República I. de La Ballena. Mangurria.
Conseguidor, consejero y evacuador de perrinas, Rnesttatta Hammatta-Hammatta, vamos, un agualojero de La Ballena.


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