domingo, 5 de julio de 2020

La fábrica. Contiene: el poenema "La acería", "1886. Una escena de cuadro en el patio" y "El tiesto de Melpómene".




                    Gárgaras del Huéznar. 





                       Higa de Altos Hornos.
              -dígitus impúdicus de la acería
         a las preces de los actuales dueños-.





                      Estanque encantado.
                   - de saberse escondido -.





         Sendero de Tacirupeca en el bosque.





          Ya no hay siderúrgico hormigueo
                             en la acería
        ni el hollín tizna de ocre las tinieblas
                           de su serranía
      sus ventanas sin anteojos contemplan              caprichos de cirros en la celestial bóveda
    pastar como rebaños de Dafnis en el Etna.

¿Qué hacen las alabardas de los pararrayos?
                 hilvanan con hilo de nube
      estelas de aviones que van a Sangrilá.

                               A la factoría
            le crecen en sus muros pelambres
                             de enredadera,
                    vello venenoso de adelfas
                   en el pubis de sus escaleras
                    y en las azoteas, de sesera
       copas frondosas de álamos e higueras
      donde los rabilargos tienen su escolanía,
                             a uno de ellos
                               el cernícalo
                          le hace la espera
                     que silenciará su trino
                              y con la cola
                            se hará un nido.

                               En la acería
                                 el olvido
                                   da paz,
                                    vacío
                                       y 
                             pesadumbre
                          de haber perdido.


                                 La acería
                                 de Nemo.





     Si miras el puente a los ojos, verás otro.





 Claro donde Bambi, infructuosamente, esperó                                 su madre.
¿Percibes la fatalidad de la belleza?





         Abrevadero de los faunos y sátiros
                     en Sierra Morena.





       Dique de la culebra, allí donde el Fauno
         con Cítara raptara a la Ninfa Serrana.





   Romántico apostadero de ranas encantadas.
             Esperan un beso, al príncipe que                              metamorfosee su apariencia
                   tras el maléfico hechizo.





        Tres elementos: tierra, agua y aire.
       El cuarto, el fuego, fue sofocado en las mismas entrañas de su fragua hace ya mucho    tiempo. Sus arroyos incandescente de acero    dulce ya no abren en las montañas caminos                                   de hierro.





                          Obelisco de acería.
        Recuerda al visitante que el progreso,                                    a veces, es silencio.




 Tarde le llegó el tren a la mayor siderurgía del                   momento en España (S.XIX).
                  Retraso rima con...fracaso.




Falanges cadavéricas de ramas secas atrapan  el pasado de la fábrica, y ahora, la hierba alfombra el pavimento ya fósil. La luz del cielo abierto, le da a las estancias trepanadas una fosforescencia irreal, de cementerio de Comala; una película de sombras negativizadas trepan por las paredes y asoman como fantasmas en las cuencas vacías de las ventanas.

La cancela cierra y encierra una fraga sin injertos, en otro tiempo ya lejano, de los que uno imagina en blanco y negro, tras la verja que reza 1886, se ve un escenario romántico, de cocheros en el pescante de coches de caballos que esperan, a señores con levita y chistera o a damas bien aparejadas de refajos almidonados, guantes blancos y coronadas de florales sombreros, todos, a punto de subir al carruaje para ir al mercado de El Pedroso a pasearse y lucir como luceros.

El patio es el ágora de esta fragua de Vulcano; tiene goteras de luz de sol y está sombreado por enormes parras sulfatadas que enseñan impúdicas sus uvas sultanas maquilladas por una pátina mate, como geishas de frutero.
Se escucha de fondo un piano, una melodía tanguera proviniente de una ventana abierta del segundo piso. Sí, lo que se escucha es "Concha sucia" de El Negro Casimiro. Las notas, vaporosas, llenan el patio como pompas de jabón, y se frotan unas contra otras como los marineros desembarcados en el Río de la Plata hacen con las milongueras. Inadvertidamente, la ausencia de la letra de la melodía prostibularia y porteña hace respetable la pieza al oido casto y lego del involuntario público. El señorito Tito la tararea por lo bajini, sonriente y socarrón, mientras teclea el tango en el Steinway & Sons. Evoca el pianista, su tribulaciones reincidentes por los arrabales de Buenos Aires y Montevideo. Rememora los garitos llenos de humo donde cacarean gallos con espolones navajudos y gallinas de pelea; allí, hace bien poco, él mismo levantó polleras y vomitó sus primeras letras.

"Cocha sucia, concha sucia, concha sucia
te has venido con la concha sin lavar
melenuda, melenuda, melenuda
esa concha que tenés sin afeitar
esa concha tan sabrosa y picarona
que me tiene encajetado hasta el ojal".

Concha sucia de el negro Casimiro.

Repentinamente, un apresurado chupatintas con manguitos atraviesa el atrio distribuidor entre edificios, sortea los carruajes, los caballos que patean, los cocheros que fuman mientras hablan, también sortea a las damas y señores de bonito, que, con pose lánguida, se diría que posan para un cuadro costumbrista que va a pintar Rico Cejudo; el oficinista corre para darle al augusto patrón la gran noticia:
--Que por fin, el tren, que llegará a estos pagos--dice Waldo atropellándose, y añade--.
--Según dice el señor ministro en La Gaceta del Comercio, léalo usted mismo Don Abdón, bien clarito lo dice nombrándonos.
Al mismo tiempo que le tiende el semanal, continúa irrefrenable por el entusiasmo.
--Es en una entrevista que le hace uno de los plumillas, a raíz del problema de la minería asturiana, lea, lea usted.
--¡Calma Waldo, ahora lo leo, pero serénese que le va a dar un pasmo!--contesta Abdón con el empoderamiento que le da su cuna, y sobretodo, haberse casado con la heredera de todo aquel emporio siderúrgico.

Dos perros falderos con cintas de colores en sus cuellos ladran con desabrimiento a tres obreros que aguardan ser recibidos por un mandamás de medio pelo, y casi calvo. Están sentados sobre un banco de piedra -en casa del herrero, ya se sabe-, Marcial, el de enmedio, les lee a los otros dos el editorial de El Socialista, que glosa con ardor revolucionario la represión y detención sufrida por los miembros de la embrionaria  y anarcosindicalista Comuna Asturiana de Mieres.
Entre los mineros de los pozos y los obreros de las acerías asturianas en huelga se respira un aire libertario y prerrevolucionario que guía a la masa creciente de obreros anarquistas, socialistas o con conciencia proletaria, a intentar lograr conquistas sociales para el trabajador, viene a querer decir el semanal de Pablo Iglesias pero con incendiarias proclamas y agorísticos pronósticos.
Los otros dos compañeros del metal, escuchan atentos la sagrada lectura, con arrobo y sin perder un ripio de la jerga revolucionaria, además de no malgastar el más mínimo gesto ante los ladridos melindrosos de los dos canes de alcoba, tampoco les inmutan las otras distracciones que a su alrededor se suceden. Al terminar la homilía sindical se escucha un --¡Amén!-- a coro de los tres.

Una bandada de niños, repeinados y con el pingo de los domingo corretean con guirigay de orquesta que afina caóticamente sus instrumentos...huele a jazmín, hinojo y laurel.

Una escena de cuadro en el patio de La fábrica.
                                                  por Nemo.

*Nota: la letra, explícita y pornográfica, de la canción "Concha sucia", paradójicamente, fue prostituida y modificada para hacerla apta al consumo masivo de la sociedad burguesa, incluso, el título. Hoy, la puedes escuchar, en grabaciones de principios del siglo XX, como la polular "Cara sucia" de Francisco Canaro de 1919.

                                                      Continuará.





      Estanque de la cigüeña negra, donde se                            solaza y alivia su luto.





     Muros en espadaña que resisten el sitio
                  de la naturaleza invasora.





           Melosa cabellera del río Huéznar,
    bajo la que las Nereidas de Sierra Morena
        se bañaban desnudas. Atraídos los                  hombres por sus armoniosos cantos, sus         insinuantes danzas, y su salvaje belleza, les          ofrecían hidromiel, limones, avellanas y              cerezas silvestres sobre aras de piedra;          tributos y dádivas, que a veces, servían para                           alcanzar poseerlas.
¡No doy más detalles que vais a querer ir allí!





Cuenta un mito griego, que Melpómene, musa de la tragedia -y cuya representación es una severa máscara de horror, tristeza y espanto- lo tenía todo: belleza, dinero y hombres, y pese a ello, era incapaz de ser feliz.
Esta fatalidad la fustraba, y producto de esta incapacidad y contradicción siempre se mostraba triste, severa y sola, coronada de pámpanos de vid y blandiendo un puñal ensangrentado, dispuesta en todo momento a perpetuar la desgracia, el desatre, la muerte y la ruina de todo aquel que por su fato, según ella, debiera ser víctima.

Bueno ¿y todo esto a qué viene? verás, si hacemos un esfuerzo imaginativo tú y yo -cada uno por su cuenta, sin mediar ayuntamiento dialéctico-, la foto a la que sirve de pie este tiesto, es la máscara de Melpómene, concretamente, su representación arquitectónica.
Y, el devenir del industrioso complejo siderúrgico de El Pedroso, no deja de corroborarlo.
La máscara descarnada de mortero bastardo se le marcan las costillas de ladrillo rojo y parece escuchar la música de las esferas, el silencio cósmico de la inactividad. Su rictus transmite abandono, fracaso, soledad y saqueo de bienes; otrora abundantes aquí sus contrarios, la riqueza, los hombres y la belleza del entorno y de crear materiales indestructibles al paso del tiempo. A menudo, en los tajos del enfoscado, y en las grietas, le nacen pámpanos de higueras reboldas, y a sus pies, una maraña de malas hierbas agostadas por la aridez del abandono, y de zarzas que cercan la fábrica en un sitio vegetal que la aísla del mundo.

En definitiva, ese lienzo constructivo se asemeja a la calavera ya vana de un empeño fabril y siderúrgico de dimensión enorme, que produjo en sus mejores momentos alguno de los anillos de hierro dulce del Puente de Triana. Cuando observes ese bello puente en Sevilla, homenajea y recuerda la acería difunta en la que se crearon. Gracias.

El tiesto de Melpómene, por Nemo.



Poenema La acería: Nemo.
Tiestos y textos: "1886. Una escena de cuadro en el patio" y " El tiesto de Melpómene" de Nemo.
Fotografías: Markus Lieben.

Localización: Ribera del Huéznar. El Pedroso. Sierra Norte. Sevilla.



                           
     
     

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