lunes, 1 de julio de 2019

Saeta de despecho de la Princesa de la Escoba, María y Peligro es su apellido.



Desquite de hembra
sopapo venenoso
que clava sus tacones de aguja
en llagas purulentas de reproches
por donde asoma
tu costilla bíblica.

La sed, ahíta de pesadumbre
germina cristales de ternura
en un salar desierto
donde habita
una desolación yerma de indiferencia, inmensa.

Camina, ella, con balanceo
de metrónomo en sus caderas,
marca el pulso de las esferas
y la Rosa de los Vientos
sopla a dos carrillos
la pajarita de sus deseos.

Sientes el revés.
El ácido del abandono
corroe tu vigilia sin sueños
y el hueco vacío de tus entrañas
se llena de trastos viejos,
de palabras mudas que rumian un pero.

Se ha ido,
y el dolor te huele a perro muerto
mientras, el polvo ceniciento de los minutos
borra, primero,
las tildes de un trovo endecasílabo
y luego, la orgía de su galerna
prendida del cabo de tus celos.

Suspenso,
no esperas pero estás quieto
ves las escombros en tu vertedero
y las úlceras de tus ojos
se asoman al abismo subterráneo
entre pasado y futuro.
Babas preñadas
de calimocho
penden de un amor difunto, yerto.

Altanera se encamina,
Princesa de la Escoba
-Se llama María Peligro-
balanceo de metrónomo en las caderas
hacia el fundido en negro,
marca el sístole de las esferas
y la Rosa de los Vientos
sopla a dos carrillos
la pajarita de sus deseos.

Zezea su taconeo
por la Calle del Agua
huele a turrón y romero en Vida,
y en la Plaza de Doña Elvira
siente el hierro en el seno
de su amante primero
y el tajo en el costado
de su abandonado esposo luego.

Adoquines de piedra negra
regados de plasma.
Dos cuerpos expiran
el aliento postrimero.
Ajuste de cuentas
entre mercachifles de farlopa:
Son Heredia Chico y Silvano Dapena
y mueren sajados
como olivas cacereñas con huesos,
gotean óleo de muerte
que huye por la alcantarilla
y dibujan una equis en el suelo
inertes
peleles, se vacían de mañanas venideros.

Lágrimas negras de rímel
llanto ahogado de viuda
con amante muerto.
Doblan en Santa Cruz a duelo
y los pajarillos pían
entre las ramas de los naranjos.
María Peligro siente el frío
de sus pies desnudos
descompuesta su estampa de Gilda
y con el horror pintado en una mueca
grita su llanto a los cuatro vientos
por el laberinto de callejuelas,
viste su atavío de los domingos
con rojos borrones de dos vidas
en su continente prieto.


Nemo©.



Foto: Markus Lieben.
Poenema: Nemo©








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