domingo, 7 de julio de 2019

No.





--¡Ábreme Wilmaaa!
¡Mujer, Pabro me lo ha contado todo!
¡Que os perdono a los dos! Tú, estabas borracha, lo sé, y él está harto de que le tome el pelo, y se ha vengado. Ya está. Un accidente ha sido. Yo te quiero, Wilma. Y ese enano me ha jurado, mientras le ahogaba, que no lo volvería a hacer, que se arrepiente mucho, mucho. Te llevaré mañana de compras al Centro Comercial de Piedraheavy en el nuevo troncomóvil ¡Venga!-- Un silencio cerrado es lo que escucha Pietro del otro lado de la puerta, y Dinno, a sus espaldas, gime y muerde una pelota mientras menea inquieto el rabo porque quiere jugar--.
Sin respuesta, Pietro vuelve a insistir --Lo mío con Bettina no tiene futuro, los cuatro lo sabemos. No ves que es menos...menos...que tú, y además, las costillas de brontosaurio no las sabe asar. Que no mujer, que es imposible, un Picapietras con una Marmolillo, de ninguna manera. ¡Déjame entrar!
Peabbels va a llegar ya con el chulito de su novio, ese Perico de los Palotes, y no quiero que nos vea así. Te prometo que sacaré sin rechistar la basura, todas las noches, incluso cuando den en la tele el partido de Los Osos Cavernarios, también, te aseguro que no volveré a usar los discos de pizarra del saurófono para el tiro al plato, y por si fuera poco, me comprometo, a usar el papel higiénico de hojas de lechuga de ahora en adelante en lugar de las piedras del jardín. ¡Ah, y te dejaré ganar un mes en las partidas de boliche! ¿Qué más quieres? Dímelo y lo haré, pero por favor háblame y abre la puerta--. Un silencio se expandió como una neblina sobre la vecindad. El barrio residencial de Rocamona enmudeció cuando se calló Pietro. Los vecinos abrieron un paréntesis en su actividad auditiva: el señor Stone dejó la tortuga dentada con la que, supuestamente, cortaba el verde césped y desapareció tras la puerta de su casa, y su señora, Petra Guijarra dejó caer los visillos de lianas tras los que había observado el episodio de enfrente; Vinci, el hijo de los Canchales, Monolito y Taula, reanudó su juego con un aro de hierro, lo hacía girar y rodar delante de él, lo empujaba con sus manitas y corría tras él. Y Pietro, exhausto y con la boca seca de vociferar, se arrellanó sentándose sobre el felpudo de puerco espín de su casa. En ese instante se empezó a hacer a la idea de que esa noche, otra vez, dormirá en el jardín, en la caseta de Dinno, la cría de dinosaurio de su hija, y le llenará de babas. Irremediable.
Atardecía, y pensó darse un trago de peyote en La Cuevona, a dos pasos. Stein, el tabernero, le entendía o por lo menos le escuchaba en silencio, también es verdad que es mudo, pero le entiende porque asiente, gesticula y emite sonidos guturales de comprensión, no hay duda y el que no lo tenga claro es que ha bebido poco peyote. En ese momento, avanza por la avenida el troncomóvil descapotable de Bim-Bam, el hijo de Pabro Marmolillo y Bettina, va al volante con una cinta en el pelo, camiseta ajustada de leopardo, sin mangas y luce la mirada oscura de sus Ray-Ban Policeman. Le acompaña un grupo de amigos que forman un alboroto armónico porque cantan, todos al unísono, una versión de la Rondalla de Happysand, "Ymca" la canción de los Village People, creo. Un aura arcoiris les envuelve cuando desaparecen al contraluz del crepúsculo, tras la curva. Brokeback Wet.
Melancólico, Pietro se detiene a mitad del sendero que cruza su jardín de hierva bien afeitada, se vuelve hacia su hermética casa dando media vuelta. Insiste ya a media voz, sin esperanza --¡Wilma, churri, abre la puerta! ¡Por la cuenta de estrellas de la luna llena, mujer, ábreme!--.
La calma y mudez del silencio le responde. Luego, cree interpretar alegóricamente la respuesta que tiene escrita la casa en su fachada como la que le da Wilma a su pedimento. No.



Nemo©.


Fe de erratas:

El texto ha sufrido un ataque de ratones de abecedario. Se puede ver en el menudeo de erratas y faltas de ortografía. La plaga de ratones ha roído preferiblemente las vocales, no sé por qué, estarán más dulces quizá. Esto ha provocado que el autor, hombre de recursos limitados, tuviera que tirar de unas cuantas letras ahorradas que tenía desde su última visita al dentista, y que le han servido, mal que bien, para completar como ha podido el relato. Incluso ha tenido que soportar la insurrección de una uve doble, que de ninguna de las maneras quería voltearse para convertirse en eme por necesidades de servicio. No ha habido manera, como mucho se dejaba convertir en uve doble mayúscula, pero al autor eso no le valía porque los roedores se habían comido una eme, y no otra letra, en la creencia de ser dos cuñas de queso, enfín, que así ha quedado este aleluya, con remiendos vocales y consonantes.


Fotografía: Markus Lieben.
Texto: Nemo.

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