jueves, 25 de julio de 2019

Material fungible.





                                Nemonante,           
              mítico caballo nemónico astado.








El Crac.

Hoy es 29 de octubre de 1929, el Martes Negro, la tercera trompeta del apocalipsis económico ha sonado, la catástrofe y el pánico anuncian una crisis mundial como no se ha conocido hasta ahora.
El esquemático Señor Wire huye envuelto en la aureola del fundido al negro que pone el colorín colorado a su historia. Ha perdido su sombrero, su dinero, sus valores,  las propiedades, lo ha perdido todo, y corre como un proscrito por Wall Street hasta....no sabe muy dónde.
 Joel Wire, en un primer momento determinó arrojarse desde el Edificio Woolworth, como otro señor con el que coincidió allá arriba, pero, una vez estuvo ante el abismo del piso 57, el vacío que contempló le pareció menor que el suyo propio. Y qué carajo, le faltó el valor que sí tuvo aquel señor, que después de fumarse un buen habano se dejó caer sin abrir la boca tras decirle -"Bye, Joel, I wait for you below"-.
Doblemente derrotado y sabiéndose cobarde para el suicidio, decidió desistir del romántico final de despeñarse de un rascacielos. Se imaginó su sesera y sus tripas reventadas y esparcidas sobre la fría calle y la dificultad de identificar su cadáver destripado y reventado. Incluso, su mente le leyó la escueta reseña periodística del día siguiente en el New York Herald Tribune donde se daba cuenta del final trágico de un corredor de valores de Wall Street. 
 Resolvió por inacción no matarse, no ser egoísta e ir corriendo a casa para esparcir sobre su familia su propia suerte, su quiebra y compartir podredumbre y la fatalidad del azar de la Bolsa con los suyos. Eligió la huida. Por cierto, su bonita casa al otro lado del East River, en Williamburg, ya no era suya, la acababa de perder -como todo- y explicarle a Rebecca la ruina, la hecatombe económica que se les venía encima iba a ser otro martirio chino. De momento, no sabe si será capaz de nada, pero la desesperación decide por él ahora. En el torbellino de ideas que centrifugan sin parar en su cabeza, aflora una como una isla, un plan precipitado, no concebido antes: recoger a su mujer y a los niños, suplicarle a Tom, su cuñado, que les lleve en su Ford A al puerto de Nueva Jersey para coger un carguero que acepte polizones. Cuándo, esta misma noche, porque el suyo, su precioso DeSoto mañana estará embargado, y dónde lo deje dejará rastro de su dirección o intenciones. Cree que quizá tenga una oportunidad si actúa rápido, antes de que los sabuesos huelan su pista. A pie de puerto ha de despedirse del testarudo de Tom sin desvelarle su plan. Esto va a ser difícil, pero no imposible y es básico para su seguridad porque seguro que recibirá la visita de los matones de los prestamista Sr Rich y Sr Moneyman, los agentes de las compañías de seguros y de los bancos, además de los mandados por las distintas agencias de valores para las que trabaja. Todos le presionarán para obtener información de su paradero. Confía en el terco de Elia. 
Primer cortafuego.


Nemo©.

Continuará.....






     
                       El monstruo del gotelé.






Sabina.






Cerezo sobre yeso .






Bodegón de alambre y piedra.
-chopo, azufre, hierro y escoria-






Arborescencia fatua de una ocurrencia.







               Elle m'a dit que je suis très beau.








-Matew, please wait they want to go with you!
-Yes or what!






Héroe Nemónico de la Región de Azotea.




Fotografías: Markus Lieben©.
Tiestos: Nemo©.
Obras plásticas de juventud de Rnesttata Hammatta-Hammatta©.
Relato: Nemo©.



domingo, 7 de julio de 2019

No.





--¡Ábreme Wilmaaa!
¡Mujer, Pabro me lo ha contado todo!
¡Que os perdono a los dos! Tú, estabas borracha, lo sé, y él está harto de que le tome el pelo, y se ha vengado. Ya está. Un accidente ha sido. Yo te quiero, Wilma. Y ese enano me ha jurado, mientras le ahogaba, que no lo volvería a hacer, que se arrepiente mucho, mucho. Te llevaré mañana de compras al Centro Comercial de Piedraheavy en el nuevo troncomóvil ¡Venga!-- Un silencio cerrado es lo que escucha Pietro del otro lado de la puerta, y Dinno, a sus espaldas, gime y muerde una pelota mientras menea inquieto el rabo porque quiere jugar--.
Sin respuesta, Pietro vuelve a insistir --Lo mío con Bettina no tiene futuro, los cuatro lo sabemos. No ves que es menos...menos...que tú, y además, las costillas de brontosaurio no las sabe asar. Que no mujer, que es imposible, un Picapietras con una Marmolillo, de ninguna manera. ¡Déjame entrar!
Peabbels va a llegar ya con el chulito de su novio, ese Perico de los Palotes, y no quiero que nos vea así. Te prometo que sacaré sin rechistar la basura, todas las noches, incluso cuando den en la tele el partido de Los Osos Cavernarios, también, te aseguro que no volveré a usar los discos de pizarra del saurófono para el tiro al plato, y por si fuera poco, me comprometo, a usar el papel higiénico de hojas de lechuga de ahora en adelante en lugar de las piedras del jardín. ¡Ah, y te dejaré ganar un mes en las partidas de boliche! ¿Qué más quieres? Dímelo y lo haré, pero por favor háblame y abre la puerta--. Un silencio se expandió como una neblina sobre la vecindad. El barrio residencial de Rocamona enmudeció cuando se calló Pietro. Los vecinos abrieron un paréntesis en su actividad auditiva: el señor Stone dejó la tortuga dentada con la que, supuestamente, cortaba el verde césped y desapareció tras la puerta de su casa, y su señora, Petra Guijarra dejó caer los visillos de lianas tras los que había observado el episodio de enfrente; Vinci, el hijo de los Canchales, Monolito y Taula, reanudó su juego con un aro de hierro, lo hacía girar y rodar delante de él, lo empujaba con sus manitas y corría tras él. Y Pietro, exhausto y con la boca seca de vociferar, se arrellanó sentándose sobre el felpudo de puerco espín de su casa. En ese instante se empezó a hacer a la idea de que esa noche, otra vez, dormirá en el jardín, en la caseta de Dinno, la cría de dinosaurio de su hija, y le llenará de babas. Irremediable.
Atardecía, y pensó darse un trago de peyote en La Cuevona, a dos pasos. Stein, el tabernero, le entendía o por lo menos le escuchaba en silencio, también es verdad que es mudo, pero le entiende porque asiente, gesticula y emite sonidos guturales de comprensión, no hay duda y el que no lo tenga claro es que ha bebido poco peyote. En ese momento, avanza por la avenida el troncomóvil descapotable de Bim-Bam, el hijo de Pabro Marmolillo y Bettina, va al volante con una cinta en el pelo, camiseta ajustada de leopardo, sin mangas y luce la mirada oscura de sus Ray-Ban Policeman. Le acompaña un grupo de amigos que forman un alboroto armónico porque cantan, todos al unísono, una versión de la Rondalla de Happysand, "Ymca" la canción de los Village People, creo. Un aura arcoiris les envuelve cuando desaparecen al contraluz del crepúsculo, tras la curva. Brokeback Wet.
Melancólico, Pietro se detiene a mitad del sendero que cruza su jardín de hierva bien afeitada, se vuelve hacia su hermética casa dando media vuelta. Insiste ya a media voz, sin esperanza --¡Wilma, churri, abre la puerta! ¡Por la cuenta de estrellas de la luna llena, mujer, ábreme!--.
La calma y mudez del silencio le responde. Luego, cree interpretar alegóricamente la respuesta que tiene escrita la casa en su fachada como la que le da Wilma a su pedimento. No.



Nemo©.


Fe de erratas:

El texto ha sufrido un ataque de ratones de abecedario. Se puede ver en el menudeo de erratas y faltas de ortografía. La plaga de ratones ha roído preferiblemente las vocales, no sé por qué, estarán más dulces quizá. Esto ha provocado que el autor, hombre de recursos limitados, tuviera que tirar de unas cuantas letras ahorradas que tenía desde su última visita al dentista, y que le han servido, mal que bien, para completar como ha podido el relato. Incluso ha tenido que soportar la insurrección de una uve doble, que de ninguna de las maneras quería voltearse para convertirse en eme por necesidades de servicio. No ha habido manera, como mucho se dejaba convertir en uve doble mayúscula, pero al autor eso no le valía porque los roedores se habían comido una eme, y no otra letra, en la creencia de ser dos cuñas de queso, enfín, que así ha quedado este aleluya, con remiendos vocales y consonantes.


Fotografía: Markus Lieben.
Texto: Nemo.

lunes, 1 de julio de 2019

Saeta de despecho de la Princesa de la Escoba, María y Peligro es su apellido.



Desquite de hembra
sopapo venenoso
que clava sus tacones de aguja
en llagas purulentas de reproches
por donde asoma
tu costilla bíblica.

La sed, ahíta de pesadumbre
germina cristales de ternura
en un salar desierto
donde habita
una desolación yerma de indiferencia, inmensa.

Camina, ella, con balanceo
de metrónomo en sus caderas,
marca el pulso de las esferas
y la Rosa de los Vientos
sopla a dos carrillos
la pajarita de sus deseos.

Sientes el revés.
El ácido del abandono
corroe tu vigilia sin sueños
y el hueco vacío de tus entrañas
se llena de trastos viejos,
de palabras mudas que rumian un pero.

Se ha ido,
y el dolor te huele a perro muerto
mientras, el polvo ceniciento de los minutos
borra, primero,
las tildes de un trovo endecasílabo
y luego, la orgía de su galerna
prendida del cabo de tus celos.

Suspenso,
no esperas pero estás quieto
ves las escombros en tu vertedero
y las úlceras de tus ojos
se asoman al abismo subterráneo
entre pasado y futuro.
Babas preñadas
de calimocho
penden de un amor difunto, yerto.

Altanera se encamina,
Princesa de la Escoba
-Se llama María Peligro-
balanceo de metrónomo en las caderas
hacia el fundido en negro,
marca el sístole de las esferas
y la Rosa de los Vientos
sopla a dos carrillos
la pajarita de sus deseos.

Zezea su taconeo
por la Calle del Agua
huele a turrón y romero en Vida,
y en la Plaza de Doña Elvira
siente el hierro en el seno
de su amante primero
y el tajo en el costado
de su abandonado esposo luego.

Adoquines de piedra negra
regados de plasma.
Dos cuerpos expiran
el aliento postrimero.
Ajuste de cuentas
entre mercachifles de farlopa:
Son Heredia Chico y Silvano Dapena
y mueren sajados
como olivas cacereñas con huesos,
gotean óleo de muerte
que huye por la alcantarilla
y dibujan una equis en el suelo
inertes
peleles, se vacían de mañanas venideros.

Lágrimas negras de rímel
llanto ahogado de viuda
con amante muerto.
Doblan en Santa Cruz a duelo
y los pajarillos pían
entre las ramas de los naranjos.
María Peligro siente el frío
de sus pies desnudos
descompuesta su estampa de Gilda
y con el horror pintado en una mueca
grita su llanto a los cuatro vientos
por el laberinto de callejuelas,
viste su atavío de los domingos
con rojos borrones de dos vidas
en su continente prieto.


Nemo©.



Foto: Markus Lieben.
Poenema: Nemo©