Flor de azotea.
Dime, Rapunzel de Nervión Bajo
¿quién te negó la tierra?
¿Qué juez te extrañó a la tristura
de estas soledades de terraza?
Un plumbeo buchoneo esponja
la luz de tu crepúsculo,
y florido, un parabólico parasol
corona la aureola de tu aroma.
Sí, sé que el puntillista firmamento de estrellas
vela tus sueños de rivera
mientras, aviones de Jonás
que viajan a tierras lejanas
parpadean
sus luces de emergencia.
De mañana,
el coro de un recreo infantil
canta en corro un festivo trabalenguas
tiene tono de tabla de multiplicar
y tú, cimbreas orgullosa, tu planta pionera.
Susurran tus pétalos
hilos de silencio a la brisa
cuando escuchas ecos
de un gol en La Bombonera
porque tu tallo verde
guarda su fe enhiesta
-desde el confín de tu atalaya-
de fotosintética bética.
Ondea en los tendederos blanca ropa
preces de ventolera
y ronca a tus pies una ciudad entera.
Vecinos sonámbulos de escalera dan cuchara
a un plato de lentejas
mientras la cháchara del noticiario
se les derrama sobre sus cabezas.
Si Cicerón te viera, flor de azotea,
dictara su Ley Innata.
Existencia y esencia a contracorriente
de vida imposible.
Prodigio vegetal en un panal
de hormigón con ventanas, chimenea
y un Edén tras la cancela
que huele a jazmín, a yerba,
flor de azotea.
Nemo.
Fotografía: Markus Lieben.
Poenema: Nemo.
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