Intríngulis mitológico griego II
por Eam Nemonobody.
por Eam Nemonobody.
Zeus y La Medusa.
Destronado Cronos se repartieron el mundo sus tres hijos, de tal
modo que a Zeus le correspondió reinar en el cielo, ser el Ser Supremo y
soberano de todos los dioses, a Hades le tocó, por medrar, el Inframundo y a
Poseidón gobernar los mares y océanos de la tierra. Poseidón era un Rey
pendenciero y astuto que consiguió poseer a la bella Medusa en un recóndito
templo consagrado a la diosa Atenea. Enojada Atenea por la irreverencia del
acto, la violación del espacio sagrado y más zarandajas, además, y esto es
determinante, se sintió azuzada por la rivalidad en belleza entre su preferida
Afrodita (Diosa del Amor) y la gorgona Medusa (que en esa época era un pibón; Atenea tomó partido por la primera, y a la segunda la transformó en
un ser fatal, temible y aniquilador puesto que la convirtió en un demonio
eptónico, sus cabellos se mutaron en serpientes venenosas y por si fuera poco,
la condenó a que todo aquel que la mirase directamente a los ojos se
petrificase. Quedar convertido literalmente en un mojón de piedra era el sino
del osado vidente sin dioptrías que osara contemplarla ¡Cómo se las gastan
estos veleidosos dioses griegos! ¿no?
Medusa, después de su enfrentamiento con Atenea se ve obligada a
trasladar su morada a una región próxima al Inframundo de Hades ¡Ya te digo! Se
mudó a la afueras, pero del mundo. Y allí es donde habita junto a sus dos
hermanas Esteno e Euríales, tan ricamente lejos, lejos para evitar las visitas.
Ellas, juntas, forman una trinidad de divinidades monstruosas, marinas, aladas
y ceñidas de serpientes. Seguro que hubieran preferido de tocado una tiara o un
“lavar y marcar con dos flux de laca” pero Atenea es mucha Atenea.
Por otra parte, en una apartada ciudad del Peloponeso, Acrisio,
rey de Argos, incapaz de conseguir un hijo varón que herede su corona, y para
impedir que se cumpla el vaticinio del oráculo solicitado sobre su hija Dánae, y
que le alarmó sobremanera pues el vaticinio afirmó categórico de esta manera
-"Acrisio, no tendrás hijos varones y tu nieto te matará"- (sic). El
Rey Acrisio, determinó ahorrarse su panegírico mortuorio, resolvió no hacer el
panoli y evitar la amenazante
descendencia de su hija, que a malas, le pudiera dar un nieto varón regicida. Total,
que ni corto ni perezoso, la encerró (a su hija, digo) en un calabozo con
puertas de bronce, guardado por perros salvajes ¡casi nada! Ni La Pimpinela
Escarlata o Houdini conseguiría escapar de allí.
A pesar de estas precauciones, Zeus, que era un transformista de
primera división, me río yo de Mortadelo, consiguió llegar hasta la bella y deseada
Dánae, ya que se transformó en "lluvia
dorada" y yació así con ella, y el fruto de esta unión fue su
hijo Perseo --¡Qué habilidad, compadre!—Que diría Manué El Crúo--.
El Rey Acrisio no se atrevió matar a su hija y al amenazante
infante, y ordenó su encierro ¡otra vez, qué manía tenía este hombre! Esta vez en
un arca de madera que arrojó al mar (pasados los años un tal Moisés viajó con
el mismo estilo náutico por el delta de Nilo, con gran éxito de crítica y
público). Sigo, el arca estuvo a la deriva durante días, hasta que fue sacada
en las redes de un pescador de la isla de Sérifos. Y al abrirla el marinero los
encontró aún vivos. Inmediatamente les llevó a presencia del rey Polidectes,
quien cuidó de ellos y crió a Perseo en su propia casa.
Ya luciendo mocedad, Perseo, defendió a su madre Dánae de las
pretensiones obstinadas y carnales del rey Polidectes que quería tomarla por
esposa. Sí o Sí. Arteramente, el rey fingió que iba a desposarse con Hipodamia
y rogó a sus amigos, y al propio Perseo, que le regalaran, cada uno, como
presente de su casamiento, un caballo. Perseo, convencido y satisfecho por fin
de que el rey hubiera elegido a Hipodamia y no a su madre Dánea, le garantizó
un obsequio, un caballo, lo que sea, aunque le advirtió al Rey que no tenía un
chavo. --¡Ya me buscaré la vida, Alteza! Si lo deseas, le puedo traer la cabeza
de Medusa—creo que dijo—Contestó satisfecho Polídectes--¡Eso me agradaría más
que cualquier caballo del mundo! (sic)--.
Ya está montado el lío, digo yo.
Perseo parlamentó con su madrina Atenea y ésta le describió el
aspecto de Medusa después de la faena que ella misma le hizo. Le advirtió
maternalmente del peligro de mirarla directamente a la cara, pues quedaría
convertido en roca. No se fue nuestro héroe con las manos vacías, no, Atenea le
regaló un bonito espejo pulimentado, cuyo fin ya sospecháis. El amigo Hermes
también le prestó, por obra y servicio, su Hoz Diamantina para cortar, sin
ronqueo, la cabeza a Medusa. Y más, sus amigas las ninfas estigias custodiaban
unos aperos necesarios para el plan que tenía. Después de unas tribulaciones por
el monte Atlas, Perseo encontró y obtuvo de las ninfas estigias: unas sandalias
aladas que le permitían volar, literalmente; un zurrón mágico para guardar con
seguridad la cabeza una vez cortada; y el yelmo negro de la invisibilidad que
pertenecía a Hades. Así cualquiera, que diría cualquiera, o si lo preferís, lo que suele decir Ipsem Cruz: "Con buena picha, bien se jode".
Nuestro guerrero Perseo voló muy al oeste, al País de los
Hiperbóreos, y allí, encima tuvo suerte el jodío,
se encontró dormidas a las tres hermanas gorgonas (Esteno, Euríales y Medusa)
en medio de un campo de figuras pétreas de hombres y fieras, fosilizados por la
mirada mortal de Medusa. Se guió hoz en mano por entre el campo de piedras
antropomorfas, siempre mirando a través del escudo pulimentado, avanzó y
avanzó, y de un solo golpe con la hoz, decapitó a Medusa. Guardó rápidamente la
cabeza en el zurrón, y echó a volar con las sandalias aladas ¡mucho mejores que
las Air Jordan dónde va a parar! Las hermanas se despertaron y comenzaron a
perseguir a Perseo, pero faltaba lo mejor. En un abracadabra, el héroe-guerrero
se caló el Yelmo de Hades que le hizo invisible. Así escapó, rumbo al sur,
siempre al sur, como en las películas. Fundido al negro, música de viento y
cuerda, por favor. Fin.
No, aún me queda por decir algo, poco pero ahí va: Perseo regresó
volando a Sérifos y se encontró un buen pastel. Su madre Dánae acobardada y
refugiada en un templo, que le confirmó que de casarse el Rey con Hipodamia, nada
de nada. Mientras, Polidectes, fiestero y tarambana como siempre, celebraba en su palacio
un banquete como los de Majete. Hacia allí se dirigió. Anunció, elevando la voz
por encima del jolgorio, que había traído el regalo de bodas prometido. Tanto
el Rey como sus amigos tenían ya unas copas demás, todo hay que decirlo. Tan
pronto oyeron el bando, comenzaron a reírse de él y a insultarle. Harto Perseo
ya, sacó la cabeza de Medusa del zurrón cuidándose de no mirarla él. En un
verbo, todos los presentes quedaron convertidos en piedras. Bueno, todos menos
el astuto Perseo ¡Toma ya!
Acabado el Operativo Medusa,
Perseo entregó la cabeza de Medusa a Atenea, y ésta lo incluyó en su (égida)
escudo; a Hermes le devolvió las sandalias, a las ninfas de Estigia les entregó
el yelmo y el zurrón, para que siguieran custodiándolos.
Hoy en día, en la isla de Sérifos, puede visitarse un círculo de
piedras antropomorfas erosionadas por la intemperie correspondientes a los cuerpos pétreos de Polidectes y sus
acompañantes. No dejes de hacerlo si viajas al Egeo.
La Moraleja la debes encontrar tú en este batiburrillo.
"Descubrir la esencia revela el porqué".
Medusa, la más
terrorífica de las tres hermanas Gorgonas.
Texto: © Eam Nemonobody.
Bibliografía: "Los mitos griegos" de Robert Graves.
Internetlandia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario