martes, 20 de marzo de 2018

Caleidoscopio asimétrico de imágenes.




Ejército de terracota.
Guerreros de Xian.
Dinastía Qin. Siglo III a. C.




Senda.




Desnudez del bosque.




Montánchez (Cáceres).




Otoño.




               
          Almendro en El Castillo del Cuerno.
               (Fuentes de León. Badajoz).




                   Tocón con cabeza de jabalí.





Colón y su huevo.
"El nacimiento del hombre nuevo" de Zurab Tsereteli. Bronce de 45 m donado por el Ayuntamiento de Moscú a Sevilla en 1995.

Alegoría del huevo.
Girolano Benzoni en su Historia del Nuevo Mundo (Venecia 1565) cuenta la siguiente historia:
Estando Cristóbal Colón a la mesa con nobles españoles, uno le dijo que si él no hubiera encontrado las Indias, no habrían faltado hijos de esta tierra que lo hubieran hecho por él. Colón no respondió, y mandó traer un huevo, lo colocó sobre la mesa y dijo —Señores, apuesto con cualquiera de ustedes a que no serán capaces de poner este huevo de pie, como yo haré, desnudo y sin ayuda—. Lo intentaron uno tras otro sin éxito. Al final el huevo llegó a Colón, éste lo golpeó sútilmente contra la mesa aplastando la curvatura de la base, y esto le permitió dejarlo de pie. Todos los presentes quedaron confundidos, y entendieron lo que quería decirles —Que después de hecha y vista una hazaña, cualquiera sabe cómo hacerla—.




Así en el cielo como en la tierra.
La Minilla.




¿Y?
Griega atrapada en el pentagrama de una alambrada.



Fotos: Markus Lieben.
Pies de fotos: O'Nemoss de Tall.





domingo, 11 de marzo de 2018

Operación Newton 9.8 en pepitoria II. Horror vacui de naturalezas muertas.


Horror vacui de naturalezas muertas.


Como sopas nos ponemos en marcha. No llueve, pero la niebla y la humedad nos esconden y empapan. Gestos y avanzada, silentes. Vislumbramos el puesto avanzado en la falda de Algarín Rock.





Contacto con Kilo-10. Primero a cuchillo (M-3 y Mark2) para ganar el factor sorpresa, luego con el Thompsom escupiendo a destajo. Respondieron hablando nuestro mismo idioma. Ráfagas enemigas con carne: Sierra-6, Víctor-Sí y Delta-1, mordidos, Romeo y Julieta, KO, muertos. Gracias a los dioses de toda la cuadrilla los de aquel sembrado de búnqueres no eran los T-Truppen. Brandeburgo para aquellos cuadrados no es más que una puerta abierta en la Pariser Platz, y no el temido Commando Brandeburgo, ésos Jerrys sí son especialistas en darnos por saco -¡bien lo sé!-. T-Truppen es un enemigo fiero, implacable y desalmado --¡como nosotros, vamos!-.
Les hacemos un traje a los kartoffeln. Escabechina de teutones. Muertos en lo que una puta de puerto avia a un adolescente. Tiramos de Colt, de granadas, de bayoneta, hasta la navajita del paracaídas tiene su fulano. Todo lo arrojadizo llueve sobre los sorprendidos Hunos. Yo, a uno le escupo en su jeta mis bilis ulcerosas -¡jodida úlcera de los cojones!-, el boche, se queda con cara de palo, la misma del triste de Buster Keaton, luego pestañea dos veces y se hinca de rodillas, hecho una sopa jardinera con tropezones y dos tajadas gentileza de mi Mark2, una en el hígado (la que más le sorprendió) y otra en la garganta tipo pajarita de esmoquin. Listo. Que pase el siguiente. ¡Hay que ver lo que da tener oficio, una úlcera cabrona y un sólo Dios verdadero, tu pellejo. San Mark2 es mi profeta, juez salomónico y todopoderoso protector de los devotos de Marte, como yo. Troche y moche de agujeros y tajos en vivos y en muertos desconsiderados.

Encontramos nuestro destino en este largo día, como reza nuestro lema ("Encuentro con el destino"). Nos lleva casi una hora apilar los Heineis con uniforme como sacos terreros, en los vomitorios de los búnqueres. Es el principio del día D, de destino. Yo lo sé, mis hombres no. Mejor así. Confieso que coqueteo con la locura hasta el punto de creerme que mi nombre es Papá-Noviembre, tal y como me llaman mis hombresen lugar de Krzysztof Nemowitz.

Consolidamos y aseguramos el perímetro de la colina Algarina. Divido en dos grupos a los hombres: los que tienen movilidad, conmigo, nos toca entonar los bises del espectáculo, y por otro lado, los heridos graves y los que leves que pueden defender la posición, aquí quedan, con mi bendición y con el Sargento Lloyd de santo milagrero, dispuestos a multiplicarse como peces del Mar de Tiberíades.

La mañana se entra en luces de claraboya debido al nublado, la perezosa niebla y el humo remiso a elevarse. Huele a muerte. Alguien ha pintado la atmósfera del hoy amanecido como un decorado de muralista, menos colorista y más trágico aún que un trabajo monumental de Diego Rivera, paisaje descarnado, de tonalidades ocres y terrosas, como sanguina de carboncillo sobre Papel Guarro. El horror vacui de la guerra despedaza cuerpos, calcina árboles, descuyunta artefactos bélicos, alfombra la tierra de hollín metálico, y amontona naturalezas muertas con criterio caótico.

Los pies nos pesan al movernos en el barrizal en que se han convertido los nidos, las trincheras. Ralentizamos la marcha con precaución de vísperas de algo, y avanzamos junto a la vía del tren jugando a las sentadillas y al Pollito Inglés en dirección al Pont Nouveau de Quatre Sentiers. Próximo objetivo. 



Captain Nemowitz.

Fotos: Markus Lieben.
Texto: Diario de Krzysztof Nemowitz.

domingo, 4 de marzo de 2018

Operación Newton 9.8 en pepitoria.






Fue a la hora Zulú menos cuarto. Antes, a dos horas del alba, la noche se cerró como un callejón de gatos sin farolas. Se encapotó de tormenta sobre la Base de North Witlham, de donde partimos habiendo hecho testamento epistolar. Durante el vuelo, al cruzar a tientas el Canal de la Mancha, los truenos zarandearon el canguro aéreo varias veces, y los rayos, le pusieron al evento dramatismo que no le hacía falta. Tensión en los rostros de mis hombres. Algunos mascan chicle, y con mirada perdida recorren mentalmente el camino entre trigales que va de su pueblo a la granja de sus padres. Ray, masculla su letanía baptista. Cruz, besa fervorosamente la cruz que cuelga de su cuello y se santigua. Y Floyd, meticuloso, limpia que te limpia los cristales redondos de sus lentes, él no tiene más Dios que lo que ve. El resto de los soldados cierran los ojos y apoyan sus cabezas sobre el fuselaje vibrante, o bien miran a un punto de fuga en el suelo de la nave apoyadas las manos en el subfusil Thompsom. Ritos todos, de hombres que darían la vida por el compañero de al lado, y además saben que hoy es un día señalado para hacerlo.

Fuera, no se ve ni a escupir. Al Grupo Bravo que yo fatídicamente mando le dejan caer en paracaídas de un viejo avión de transporte Curtiss C46 Commando, a apenas 600 pies de altura, sobre los intermitentes puntos luminosos que nos marca sobre el terreno las linternas de la Resistencia gabacha. Somos fruta madura voluntaria a 9,8 metros por segundo cuadrado tras las líneas enemigas.
Suertudos, caemos sobre un colchón mullido de niebla baja que hay sobre el Punto Cero, yo el primero claro, por si se despiertan los cuadrados con el ruido del avión, que me toque más del convite de metralla. Me presento, soy el Capitán Nemowitz, y éste es mi diario ¿póstumo quizá? ¿y éso a quién le importa? al Tío Sam le resbala la ventura de un jodido polaco. Mando, y pertenecemos yo y los infelices de mis hombres, al Escuadrón Good Death de la 101ª Aerotransportada Airborne. Con ése nombre no creo que haga falta que coloree el dibujo, tan sólo decir que sobre el hombro llevamos nuestra águila de ración y sobre el bolsillo izquierdo de la guerrera, justo encima del corazón, un par de tibias y una calavera.

Tras el salto, casi todo el mundo tiene suerte y aterriza a menos de 500 metros del punto. Reagrupados, nos toca esperar agazapados entre la vegetación de la acequia señalada en el mapa con una equis, que bien podría ser un sembrado de cruces si la cosa se tuerce. Hago recuento y nos faltan Jimmy y Jean, a saber, tal vez cuelguen como longanizas de los olmos que negrean tras nosotros, o a lo peor ya se han roto el cuello. Caprichosa Fortuna. Con el agua hasta la cintura, por no decir hasta los huevos, camuflamos como podemos todo el equipo (40 kilos de aperos por soldado) en las orillas secas, y a nosotros mismos aquí y allá, entre el alto herbazal y las danzarinas cortinas de juncos, a cubierto, sobre nuestras cabezas, las copas de tamariscos, álamos y algún melancólico sauce que nos sombreará y nos ocultará cuando amanezca.

Se para el tiempo, pero pesa como un luto el jodido. Nos hacemos enanos de jardín con los altramuces a remojo, estampado de campaña en la ropa, cara pintada en negro y verde, las botas de siete leguas y el casco calado con su trébol negro. Signos y enseñas de un Operativo en territorio indio. Ordeno silencio, aunque no hace falta. La ribera entona su Old man river con el susurro de la brisa y su silbo entre el ramaje, pero lo hace con acento francés que suena más dulce, el orfeón de ranas y el coro de pájaros, croan y gorgorean Las mañanitas. De fábula, todo muy bucólico y pastoril ¡No te jode!

Escuadrillas suicidas de mosquitos se nos comen. Algún guantazo no reglamentario escucho con el aleluya de su fucking! Y para rematar, de cuando en cuando, notamos serpentear algo entre las tres piernas ¡jodidas anguilas! A mí, un cangrejo de río me marca un pizzicato pantorrillas arriba, antes de mandarle yo a tomar viento con la fuerza de un David.

Rececho de caza. Necesitamos el Charlie del Alto Mando que nos dé el Ok al Bolsón de marras. ¡El Comando ha repasado la Operación Newton 9.8 tantas veces en la última semana! Foxtrop y Lima a esta misma hora ya tendrán consolidadas sus posiciones, o no, vete a saber. Suena por nuestra radio transreceptora de baja frecuencia el zumbido previo a la escueta clave conocida:--¡Nieva en Quebec, usen cadenas!-- se escuchan dos clac más y oigo nuevamente: --Repito: A Bravo, Foxtrop y Lima. ¡Nieva en Quebec, usen cadenas!--.
Después todo fue un no parar.


                                                                                                                                       Continuará.
Captain Nemowitz.          


Foto: Markus Lieben.
Texto: Capitán Nemowitz.