sábado, 8 de julio de 2017

Manuel El Crúo VI. Cosas de pensar.




El Crúo tiene cara de puerta con gatera, y él no es de ir a tontas y a locas como la Sina, no, es más de Bruce Lee. Recuerda como si fuera ayer, siendo chaval, salir del cine Alfarería, o del Avenida, acompañado del Carapapa, de Pepe Botella y de aquél chaval ¿cómo se llamaba? Lolo, eso es, Lolo El Lobo, los cuatro lanzaban ¡iuú! a diestro y siniestro junto con patadas acrobáticas de karateka y aspavientos de brazos, en plan molinos de viento. Acababan de ver Operación Dragón o Furia Oriental, que da igual, con la lengua como una suela de alpargata después de comerse una bolsa de pipas Churruca por cabeza, mientras, veían en el pantallón a Bruce dar mamporros a un ejército de chinos que volaban como mosquitos hasta estamparse, en una tapia, en un pilón o caer abatidos como peleles sobre un biombo de bambú como consecuencia de su “Golpe de Una Pulgada”. ¡Qué inyección de adrenalina les daban aquellas películas! Salían como becerros de chiqueros, embestían a patadas contra canalones, bolsas de basura volanderas, puertas cerradas, alguna papelera, saltaban bancos de madera como chinos de california. ¡Iuuú! ¡Iaá!

Recuerda también, ya estando con Sina en casa, hará diez años, lo que le impactó ver al karateka de su infancia en un anuncio televisivo de BMW decir aquella frase filosófica: “Be water, my friend”, la repitió una y otra vez durante todo el día hasta quedar dormido, temeroso de que al día siguiente se le hubiera olvidado. Al día siguiente, se dejó caer por el Colegio Cristo Rey, a eso de la hora de salida del mediodía, para por casualidad, abordar a su sobrino Luisito. Le estampó a destiempo un beso. Le abrió la manita sudorosa donde le dejó una moneda de dos euros, y se la cerró él mismo. El chiquillo se quedó en pausa, esperando a que alguien le diera a la tecla con el triángulo o rebobinara para entender.

De vuelta a casa, se saltó ese día la homilía en El Empujón, repitió como un salmorejo de su suegra: Sé agua, mi amigo, lo menos doscientas veces. Aquello quería decir algo. Seguro. Le dio vueltas durante unos días y sacó unas Conclusiones Encrudecidas: primero, que Bruce, en el anuncio, tenía el color de los recuerdos lejanos (blanco y negro), de los difuntos por siempre jóvenes, de los héroes muertos. Dos, que el chino recomendaba a su entrevistador, rezumando serenidad, que fuera como el agua ¿Clara? ¿insípida? ¿inodora? --No. Indolora, eso es--. Indolora como lo es para las piedras que se ven pulidas y redondeadas por ella sin más que dejarse acariciar por su fluir. --Así es—Se ha de seguir la corriente de días de la vida sin nadar contracorriente, dejar que el río de tu existencia fluya desde el venero de tu madre, seguir el curso del cauce con fatalidad tranquilizadora. Al principio, por las tierras altas de la infancia donde el agua pura, recién parida por la tierra, salva desniveles con saltos de imaginación; luego, entre farallones vertiginosos, por los cañones y hoces abisales de juventud, con gusto por lo repentino, lo inesperado, lo arriesgado, lo peligroso; más tarde remansarse y dejarse atrapar en algún remolino de la adultez, conocer el lecho de tus decisiones, los errores, todos los rincones del curso medio, sentir que inexorablemente, el río, orilla lo que no le es propio, lo vencido, lo pasado, los yerros, lo muerto; para en última instancia continuar, sentir la suavidad de la pendiente, y llegada la llanura, agostarse lentamente en los meandros sinuosos, dejarse empujar a las marismas donde se acorrala, retarda y recrea la vida. Rodear islas de recuerdos, antes de conocer, vislumbrar, la desembocadura de tu existencia, la senectud, y finalmente dejarse ir a la mar. Notar la solemnidad del momento, sumergido en la marina turquesa de tu continente, ser contenido, empujado al abismo oscuro del fondo marino, donde hasta tú te olvidas de ti. Es el final, el olvido intemporal e infinito donde generaciones, millones de ancestros ya no son si no recuerdos de los vivos.

Por estos derroteros meníngeos llega Manuel Guijarro Siles al Taoísmo de Exportación. Tienta como un ciego el Principio de la Acción Natural No Forzada o Wu Wei. Ahora lo atisba más claro que nunca. Después de este episodio reflexivo, su discurso vital es discurrir, no forzar, no hacer mientras pueda, dejar que los acontecimientos se sucedan naturalmente, y con esa actitud laxa alcanzar los hitos de su existencia, si los hubiera, sin esfuerzo, sin el artificio tramposo de las metas personales.


Cosas de pensar.
                                                                                                                                   Cerca del final.
Nemozaukas-17.

                         

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