lunes, 10 de abril de 2023

Cuatro piedras.

                   Cuatro piedras, de Nemo.

Dibujo: "Cuatro piedras" de Nemo.
            --Lápiz sobre hoja de libreta--.
Tiesto: Cuatro piedras, de Nemo.
            --Ensayo, devaneo--.
Fotografía: Markus Lieben.
Fondos de Entrepaños y Anaquel. Sala La tinaja de tía graja. República I. de La Ballena. Valle del Xerte. Mangurria.
Rnesttatta Hammatta-Hammatta, el porqué.

                        Cuatro piedras.

Alguno, sólo alguno, conoce mi fascinación por las piedras. Así suelo llamarlas, piedras y no rocas, porque hasta la palabra que usamos para denominarlas vulgarmente está humanizada hasta el punto de ser utilizada para nombrar a personas.
Supongo que por proyección de las propiedades del mineral se le suelen atribuir a los que se llamen Pedro, Petra o Piedra. Los llamados así han sido considerados habitualmente basamentos, raíz y sustento de trascesdencia temporal, indispensables, imperturbables defensores de algo, algún credo --a saber--, y leales a él, siempre que no haya un gallo en los alrededores que cante tres veces, claro.
San Lucas, dixit.

Por otra parte, la originalidad formal de la piedra, sea cual sea, está garantizada. ¿Acaso alguien ha visto dos rocas iguales, salvo aquéllas que por su valor para el hombre son talladas hasta alcanzar un canon elegido? como en el caso de diamantes, oro, turquesas, ágatas, ópalos y demás minerales preciosos.

Caracteriza a los pedruscos la desnudez, y esto me enternece, la sencillez, también, lo azaroso de su lugar en el mundo, su prodigalidad allá donde vayas; la variedad de composición y filiación según la Tabla Periódica. Además, su estulticia geológica es pura historia de la tierra, devenir del azar, o puede que consecuencia de las Leyes de la Física, si no, producto de fenómenos naturales y geológicos, y si esto fuera poco, el hombre con su utilitarismo omnímodo determinan generalmente su fato.

Veo en ellas una especie de estoicismo geológico, que parece capacitarlas para estar mansamente impertubables, al albur de Eras Geológicas caprichosas. Son hieráticas
--porque lo digo yo-- y me parecen tancredistas ante los agentes meteorológicos,
sus más fieles enemigos, que las modifican cruelmente hasta transformarlas en otras distintas. Es su sino cósmico y eterno, al igual que el devenir del planeta Tierra, madre a la que todas pertenecen, y ella, Pachamama o Gaia, a su vez no es más que un pedrusco húmedo que pesa 5.975 trillones de toneladas inmerso en la inmensidad etérea de la Vía Láctea, y ésta al mismo tiempo es, un remolino de pelo estelar en la cabellera de un Universo expansivo y viajero con miles de años, mejor, millones de años desde el Chinpún Inicial --Big Bang, para los leídos del Átomo Primigenio--.

Me cautivan las piedras, repito, y ya lo he dicho, la rudeza y tosquedad en su tallado natural, su lisura epidérmica si es un canto rodado, también su dureza si es granito o un brillante, su fragilidad y maleabilidad si es arenisca o roca sedimentaria. Me deleita la gallardía suicida de un canchal ante el precipicio, la terquedad e indeferencia de un farallón de acantilado. ¡Qué le voy a hacer, me producen emociones, mira tú! 
También veo un valor filosófico en su haber, su determinación estoica, su saber estar, soportando, con desprecio a su aspecto, el paso de los años, de los siglos, incluso de las ciclópeas eras geológicas. Ahí fuera, siempre a la intemperie, incluso no parece afectarles el paso del tiempo de la misma manera que a los seres vivos, sean estos vegetales o animales, incluidos el homo sapiens y sus predecesores neardentales, habilis, erectus, el inefable algabiensis-naranjerus y otros eslabones evolutivos.
Empero, a su pesar son moldeadas por accidentes naturales: erupciones, inundaciones, terremotos, etc, o por por los sabidos agentes naturales: agua, viento, temperaturas, sal, presión, etc. Sin contar con los seres vivos que hacemos de ellas un uso utilitario: construcción de refugio, tallado para imprimirle valor mágico y superticioso a cualquier mojón pétreo, o bien, ya dehecha, disgregado su ser, servir de sustrato que alimentará a vegetales y a animales --categoría esta última a la que pertenecemos, sólo hay que ver un telediario--.

Sigamos pues: me apetece ver en ellas --me refiero a las estólidas piedras-- valores humanos eternos que traslado a las personas. En un verbo lo hago y sin querer me sale --¡qué le voy a hacer!--, por ejemplo, "Daoiz y su pétrea y heroica integridad moral", digo.
¡Cómo me pone una alegoría, una metáfora inédita, una parábola moralizante, Copón!
¿Esta proyección animista es un residuo mágico y espiritual de mi alma, o quizá desesperación y anhelo por encontrar verdades inmutables, absolutas, permanentes, asideros donde anudar mi peregrina ánima a punto de naufragar en un mar de dudas existenciales? Puede ser cualquier hipótesis, no tengo ni puta idea.

Te voy a decir que no soy el único en estos trabajos agónico-filosóficos, en esta deriva y en el devaneo existencial que me provoca hambruna por conocer, sin discriminar casi nada. Pero bueno, está claro, yo, pobre de mí, sólo soy un aficionado, los maestros búscalos en cualquier manual de filosofía, punto.
Vamos a ver unos ejemplos de simbolismo que tienen como protagonistas a ellas, las vulgares piedras que nos ocupan en este Tiesto: el primero, hay una pérfida reina que sienta sus reales posaderas en su trono, y bajo éste --¡equilicuá¡-- mantiene la piedra sagrada de un pueblo dominado y sometido por el suyo. Toma ya. El símbolo es humillante para los nuevos súbditos, alguien debería... llamarla por su nombre..., también es verdad que a ella le esperan siglos bajo otra, como a todos los reyes y súbditos. Pero hay más casos, muchos, el remolino hipnótico de cientos de fieles que allá, en Oriente giran caminando entorno a una la piedra negra, el cancho negro de Medina. Al mismo tiempo que orbitan centrípetos los devotos, rezan e intentan dar siete besos, no seis, siete, al cálculo renal pétreo de un dios centrífugo.
¿Otra muestra queréis? el impúdico menhir que señala a la bóveda celeste en medio del páramo castellano; más, el enésimo obelisco erigido en la capital del mundo que toque en turno en ese momento histórico, sea esta Washington, Tebas, Roma, et cétera.
Más exponentes de su omnipresencia, el humilde mojón romano: miliarios colocados en las cunetas de la red de calzadas que fraccionan su longitud a medidas humanas; hay más, el ordenado morcuero de millones de piedras que forman las pirámides egipcias para mayor gloria, y memoria, del momificado rey egipcio de no sé qué dinastía.
Hay infinidad de herramientas y armas talladas en sílex que procuraron alimento y sirvieron para construir abrigos a nuestros antecesores, las propias viviendas donde morablan eran construidas a base de ellas, o bien,  directamente se horadaban en la piedra si la naturaleza no se las proporcinaba por sí misma.
Abundemos, muchas de las primeras manifestaciones artísticas, mágicas, religiosas, fueron talladas en ellas o pintadas sobre ellas, las simples rocas; creando exvotos mágicos que les protegían, o bien estatuillas, venus que representaban la fertilidad, representaciones del sexo masculino o femenino, animales de caza, en fin, infinidad de modelos, utilidades, significados, simbologías cuyas protagonistas y soporte trascendental es de piedra, son las piedras.

A lo que iba, que me enternece su impasible abandono cuando las veo desperdigadas en cualquier berrueco, erial, farallón, solar o descampado. Me sobrecoge la marcialidad de aquellas dispuestas en formación, apiladas creando paredes que cierran fincas, murallas que protegen ciudades, o esas otras puestas en hileras verticales construyendo las paredes de humildes casas. Si las ves talladas pueden ser sillares de castillos, si pulidas, estatuas renacentistas, si rícamente ornadas, serán capiteles, relieves, frisos, estelas, columnas, etc. Recordarán a alguien si se erigen en tumbas, serán trabajadas y salvadoras, las de los brocales de los pozos e inoportunas con las que tropieces, acertada fue la lanzada por David a Goliat y hermosa en la que esculpió Miguel Ángel al susodicho futuro Rey David.

En los yacimientos arqueológicos, imagino derruida la quimera de la cultura que las erigió con tanto orgullo, y ahora desbaratados sus muros de piedra, sus murallas, sus templos y sus palacios, a manos de otra civilización o por el aniquilador paso del tiempo, están ahí, diseminadas con tanto caos que me conmueve.
Hallarás piedras fracturadas, con heridas de guerra: explosiones y quemaduras producidas por el hombre en su afán necandi con el prójimo tras la última guerra perdida por el pueblo perdedor. No lo lamentemos demasiado, serán reutilizadas, talladas por cinceles de otro pueblo, el vencedor. Derribarán y tullirán las estatuas de los próceres derrotados para borrar su existencia, fragmentarán o quemaran las columnas que embellecían sus templos, sus palacios, engrandecían su cultura.
Humilladero cultural propio del vencido y su menguante memoria.
Las estelas funerarias, estatuas, sillares maestros, claves de arco, capiteles bellamente esculpidos, petroglifos, frontispicios conmemorativos, bajos relieves con leyenda en la lengua del derrotado, todos, serán reciclados para formar parte de los cimientos, relleno de paredes o ensolamientos en los nuevos monumentos que los vencedores levantarán para conmemorar la victoria --paséate en torno a La Giralda, verás un ejemplo--.
La dureza e inalterabilidad de la piedra le proporcionará trascendencia temporal a las creencias de los vencedores. Sobre ellas o con ellas exaltarán los nuevos cánones de belleza y glorificarán a los recién adoptados dioses, en templos bellamente ornados, seguro. Una vez más.

Ellas, las rocas, los pedruscos, pueden pasar siglos inalterables pero nosotros, con nuestras escreciencias y procesos industriales hemos generado una podredumbre-contaminación industrial y urbana que las deshace: la lepra de la piedra; las carcome, desmigaja el granito de los sillares que ha pasado siglos indestruptibles, y tienen igual condena lo elaborado con el basalto, la caliza, la pizarra, el mísmísimo mármol renacentista se deshace como un mendrugo en este ambiente de ponzoña creado por el contemporáneo con sus malos humos. 
 
Tiradas en cualquier paraje, advierto que su aparente inutilidad es una consideración erronea, porque si pensamos un momento, ellas están por doquier desde antes de surgir nuestra especie, y son parte de la materia primigenia que alumbró el Cosmos, coño.
Con ellas el hombre ha construido civilizaciones y sus más excelsas manifestaciones: menhires, dólmenes, cuevas, pirámides, acrópolis, anfiteatros, templos, palacios, acueductos, presas, tumbas, estatuas, monumentos, arcos, armas, calzadas, catedrales, budas gigantes, cristos enormes.
A base ellas se han construido puentes que salvan siglos, murallas que peotegen ciudades, castillos que otean el pasado, mazmorras que encierran la evolución, el progreso y la iniquidad.
Sirven como nadie para conmemorar fechas y heroicidades, para formar todas juntas obras arquitectónicas monumentales, para anclar barcos fenicios o de la mítica Atlántida, a menudo han sido cuentas de collares en muchas culturas que enaltecen su belleza, su dureza, su poder mágico, fueron el primer soporte sobre el que se garabateó los primeros signos rudimentarios del lenguaje, ¡nada menos! Y podríamos seguir...

¿Comprendéis ahora por qué si veo una piedra, un canto, un sillar, un adoquín, un morcuero, un simple mojón, me emocione? A ellas su significado y valor se la pela, ya. Y quizá el que supuestamente tengan se lo dé yo, pero de igual manera que otros hombres antes que yo se lo otorgaron desde las primeras Civilizaciones del Cobre hasta llegar a la actual Civilización Antroposuicida.

P.D. Como escusa del caos que reina en el Tiesto, se me ha ocurrido que me sirve el aparente desorden con el que aparecen en el mundo las protagonistas del mismo. Además, suma si quieres a esto que con parecido desconcierto brotan en mí las ideas y emociones sobre ellas, y por supuesto, no escatimes, añade el barullo anárquico con el que balbuceo las palabras necesarias para glosar lo escrito.
Así pues, no pido disculpas, sólo comprensión. Y si finalmente el desbarajuste del texto te incomoda, ordénalo tú, campeón.
Ya sabes, siempre puedes usar el comodín del desbroce semántico sobre lo que escribo que realizan gratis mis exégetas: Ferdinando el estilita, Joe, el Piccolo strofinaccio, y el augur Canelita, el último rubricator praenomina (URP). Consúltalos, y no te quejes tanto.

Cuatro piedras, de Nemo.
--Tiesto-ensayo-devaneo--.

Fondos Inclasificables, Inopinados, Incorrectos, Industriosos a la vez que Irreverentes e Indecentes de la Fundación Grisgrís. Sala Perrunillas y mojicones. República I. de La Ballena. Valle del Xerte. Mangurria.
Transío y talandango: Rnesttatta Hammatta-Hammatta.

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