domingo, 1 de enero de 2023

Acrópolis de Cáceres. Contiene un glosario ballenato pequeñino.

                        Acrópolis, de Nemo.

Fotografía: Markus Lieben.
Localización: Entre la Iglesia de San Mateo y el Convento de San Pablo. Cáceres. Mangurria.
Ocupa esta plaza el espacio donde anteriormente estaba la plaza de armas árabe. La Iglesia de San Mateo, se ubica en el mismo lugar donde se construyó una mezquita antes de la Reconquista, y hoy es dónde descansan los difuntos de las familias más prominentes de la ciudad, amén de haber sido el lugar de casamiento del perínclito Nemo.
Acrópolis, de Nemo.
--Tinta y rotuladores sobre hojas de cuaderno de viaje--.
Fondos de la Fundación Grisgrís. Sala Pucheros y cacerolas. República I. de La Ballena. Mangurria.
Desdecá, barruntador del oleaje plástico en expectativa: Rnesttatta Hammatta-Hammatta.

Glosario Ballenato Pequeñino, y III:
*Desdecá: palabro ballenato que equivale a "desde hace mucho tiempo" y que los indígenas de allí decimos con afán de economía lingüística; tiene valor de activo en la Lengua Libre de los 3 Territorios: La Ballena, Rebollar y Piornal, incluso lo entienden los zoquetes de Cabezuela.
*Puchero y cacerola: más allá de la literalidad de su significado que nombra los achiperres o cacharros de uso común en las cocinas altoextremeñas, era, un Sistema Electivo Ballenato (SEB)* de uso común entre las bandadas de muchachos a la hora de elegir los componentes de un equipo cuando nos disponíamos a desarrollar algún juego. La selección realizada con esta nominación tan gráfica como peregrina, sonaba así: "--Tú, puchero. Conmigo. Tú, cacerola--". Este subjetivo escrutinio de personal fue adoptado por el Departamento de Recursos Humanos de numerosas empresas e instituciones públicas durante el desarrollismo ochentero del Valle del Jerte.
Por extensión, lo adoptaron cada uno de los mandamases que comandaban los equipos de juegos, y también, del mismo modo, los distintos alcaldes del municipio que convirtieron a La Ballena en una pedanía de Albacete, y lograron corroborar con sus obras municipales la parte final del dicho alusivo a la Manhathan de la Mancha con rima tan expeditiva: "...deja la cagada y vete"
Vuelvo a la analógica elección, la selección de chavales se hacía en función de la capacidades físicas, e incluso intelectuales, de cada muchacho, teniendo en cuenta el juego a jugar, claro, siendo muchas veces el de temporada.
Siguiendo el paralelismo, existen algunas diferencias con el SEB* de los munícipes de La Ballena, que allá por la Era de la Hormigonera, estos ediles valoraban a la hora de designar sus pucheros y cacerolas la mansedumbre bovina del personal, el servilismo baboso de los de su cuerda y la falta de luces de interior en los monaguillos y sacristanes de sus concejales que defendían al regidor de turno acodados encima de las barras de Los Majetes, de Capucho, de Marchena, de Mateo o el Casablanca, al tiempo que se soplaban unos chatos del espeso morapio de Montearagón que les dejaba unas grotescas boqueras violáceas en las comisuras de sus esportones bucales.
En cuanto a nosotros, niños de piara de La Ballena, sobra decir que todos queríamos ser puchero, el designado como cacerola se quedaba sin jugar, amohinado, con cara de sobrero de Torrestrella y proscrito al silencio de un mirón de casino.
Juegos de temporada de los muchachos:
-Primavera. Jugar al hueso. Hacer chozas. Cazar ranas. Balón prisionero.
-Verano. Gente a la vista. Jugar a cartas, al secayó, al hijoputa. Ir de garulla. Jugar al pañuelo.
-Otoño. Jugar a los Cromos, o cambiarlos, ya sabes --"Sile, nole, sile, nole, etc"--, Jugar a los Bolos (canicas).
-Invierno: lima. Churro, mediamanga, mangotero. Hacer pozas. Un, dos, tres, escondite inglés. Las chapas. La peonza.
Y muchos más.

*Era de la Hormigonera: --en La Ballena--, período de tiempo que comprende aproximadamente desde el año 1973 a la frontera difusa de los noventa del siglo pasado, durante el cual fue profuso el trasiego de hormigón, grava, áridos y cemento para alimentar la construcción de casas nuevas y que sepultó con cemento, como una colada volcánica, el empedrado a base de rollos del río Jerte que alfombraban primorosamente las calles y callejinas del pueblo; otrosí, el derribo de la judería del pueblo fue nefasto, una condena ad infinitum para todos, y la construcción de horrendos edificios de viviendas con líneas matrices heredadas del Brutalismo Soviético, digamos al menos que resultó tan innecesaria como incesante, --ni Le Corbusier les daría más valor que el que tiene un error repetido y colectivo--. Todo esto, a la postre, resultó tan mancilloso como desfavorecedor para la fisonomía urbana de nuestro objeto de consideración, La Ballena de mis entretelas, q.l.d.g.m.a.

Nemo.


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