domingo, 23 de enero de 2022

Mar de tierra, Castilla: del carmesí al morado.


   Costillas de nube sobre un trigal castellano.
 Arcaico cielo. Famélica bóveda que cubre los         campos de Palencia preñados de grano y             atusados por un viento solano, de trilla.

                                  Nemo.




            Pentagrama castellano, de Nemo.

Los campos del páramo mesetario ahítos de cereal tienen su propio pentagrama: las rayas de cobre del tendido telefónico que llevan la voz dormida a alcobas umbrías. 

Austrias, Trastámaras, moros, colonos astures, godos bárbaros, romanos, íberos, vándalos, alanos, tartessos, fenicios, griegos, trajinaron su ajada faz de heroína con rulos de noria en los molinos de Montiel.

Un calambre de luz imperial apagó la quimera de los Comuneros, silentes ya, muertos de olvido periférico, enterrados y despedazadas sus ideas por idiotas de centrífuga avaricia  yacen ahora encerrados en las entrañas de mármol y bronce de estatuas mudas,  desterrados del imaginario ibérico.

Castilla, madrastra de héroes mayeúticos que te preguntan para qué sirvió su degollina, el porqué de eviscerarar la Primera Revolución Moderna, la suya, la Castellana, y el sinsentido del fracaso que aparejó una condena de siglos displicentes con los mesetarios.
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Aquel fallido intento de empoderar a un pueblo tan huérfano de suerte como de justicia y libertad, fue un empoderamiento contra la voluntad de su feroz Dios conchabado con un muchacho alemán de séquito extranjero que a la postre sería Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. Este hecho liberador, y fallido, resultó, digámoslo claro, un propósito vano de ganar su propio designio, poseer su propia tierra despojada de arboleda y llena de churras y merinas. Esta estoica gente ideó y parió la utópica, y lúcida, Ley Perpetua para embridar a la monarquía imperial y salvaguardar así los derechos de su propio pueblo, que hasta entonces había sido vilipendiado y ordeñado para enriquecer a flamencos, venecianos y teutones. Este abortado sueño de alcanzar un futuro moderno y humanista, avisa y predice con más de dos siglos de antelación lo sucedido en la Revolución Francesa, y sin embargo esto no se lee en casi ningún libro, ni lo vemos en cientos de obras cinematográficas, tampoco en los libros, porque sus guionistas y escribanos la crean a gusto de los vencedores.
Fue funesto y malparido este empeño revolucionario y resultó imposible por la felonía de su propia gente, ¡también es verdad!

Sólo leerás en los libros de los hombres justos de memoria purpúrea glorificar las hazañas adelantadas a su tiempo de unos pocos  héroes con nombres comunes, y loar convenientemente sus derrotas como dignos hitos liberarizadores. Reconozcamos su epopeya maldita, épica y fatídica a la vez, y escribamos con letras cárdenas la hecatombe castellana.

Celebremos los logros efímeros alcanzadados por héroes anónimos con nombres de estatuas de bronce en plazoletas recoletas: Maldonado, Padilla y  Bravo, y antes que ellos, el Cid, Fernán González o Viriato.
Son hijos inmolados y mártires de esta reseca patria, ancha para el sacrificio y estrecha para el reconocimiento, de entrañas malva, la túnica que la viste es del color de la tierra cuaternaria y pelada, en un océano de campos sembrados de cereal.
Este Reino resultó siempre, estólido para tasar su propio peso, y a menudo mostró raptos de vesania de fuego contra enemigos propios y ajenos, pero es único, hondo, trascendente, variopinto, de carácter feraz e indolente a la vez, tal como su gente. Castilla.

     Nemo.


Dibujos: Nemo.
      --carboncillo sobre papel--.
Tiestos: "Costillas de nube" y "Pentagrama                          castellano", de Nemo.
Fotografías: Markus Lieben.
Fondos de la Fundación Grisgrís, Sala ¡Búa! La Ballena. Mangurria.
Factótum: Rnesttatta Hammatta-Hammatta.


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