domingo, 10 de octubre de 2021

La ciudad. Nocturno. Serie Calendario, y III. Septiembre. Contiene el Tríptico del bidón.


                        La ciudad, de Nemo.


                                       I
Es sábado. Al salir de su apartamento del West-River se cruza en el rellano con Maritza. Arrobo a arrobas le produce la mirada turquesa y tierna de su vecina. Se le encienden las mejillas cada vez que se encuentran, hoy como siempre. Tras intercambiar monosílabos tartamudeados por él y palabras musicales coronas de algún gorgoritos por ella, se tira escaleras abajo con taconeo de bailarín de claclé.
En la calle, junto al kiosko de prensa que regenta el señor Psoloupoulos, saluda a Tom que está junto al parterre frontero con la calzada mojada, allí, el pastor de canes hace una de las paradas fijas para aliviar a los nerviosos cánidos, es la seguna estación del Vía Crucis perruno de su jauría doméstica.
--¡Ciao, Ernie!
--¡Ciao, Tom!
--¿Dónde vas con ese bidón de gasolina?
--¡A quemar la ciudad, Tom, hoy la quemo!

                                     II
Cruza sonámbulo calles apenas transitadas a esas horas, avenidas con sus cuentas de luces de colores parpadeantes. Atraviesa la colosal arboleda de edificios. Lleva encendidos de luz eléctrica sus ojos, y su reflejo se miniaturiza en el cristal de sus gafas, repleta de dioptrías y astigmatismo que le ayudan a contornear los focos de luz, los semáforos y las figuras fugaces de viandantes que huyen de su casa, o de sí mismos tal vez. Nadie aparentemente repara en él, a pesar de llevar en una mano la dichosa garrafa de gasolina.

                                     III
Es la una y media de la noche cuando llega a la esquina de la 26 con Bambino street. Ve a su viejo Ford apoyado en el bordillo con una rueda; se diría que sin el auxilio de la acera el auto se desmembraría allí mismo, él solo. Ernie, se detiene en mitad de la calzada desierta porque hay algo hipnótico en la contemplación de su carro, que ajado por la corrosión y los arañazos, y de color desvaído, se mimetiza perfectamente en el callejero tortuoso de aquella ratonera hecha urbe.
Absorbida la delectación que le produce esto, balancea la garrafa que pende de su mano derecha. Despacio, se acerca al automóvil, en ese instante le nacen dudas, y afloja más aún el paso. Toca suavemente la vestusta chapa perlada de gotas de agua que atrapan colores de neón. En ese momento, siente la pulsión de vaciarle el contenido de la garrafa y prenderle fuego. Esta extraña idea le turba y le ocupa un tiempo muerto de básquet.
Despierta cuando suena el claxon de un Chevrolet Fénix, le devuelve del ensueño algo perplejo. Luego, abre el tapón del depósito, y con glup-glup de gasóleo sacia la sed de petróleo de la máquina. Finalmente, inmerso en una especie de trance, arranca el motor, y al volante, avanza a paso de peatón Last Avenue abajo. En el parabrisas se reflejan las arboladas luces de colores de los gigantescos bloques de hormigón de aquella Babilonia sucia.

                Tríptico del bidón, de Nemo.


 Pintura: La ciudad, de Nemo.
 --Versión. Horizonte urbano--.                                  
              Serie Calendario, III. Septiembre.
              --Cera aceite sobre cartulina--
Tiesto: Tríptico del bidón, de Nemo.
Fotografía: Markus Lieben.
Fondos de la Sociedad Filantrópica Grisgrís, presidida por Rnesttatta Hammatta-Hammatta.
La Ballena. Mangurria.



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