lunes, 24 de julio de 2017

Camino Aragonés.


Claustro de San Juan de la Peña.
(Huesca).




Senda.




Trigal.




Aparecida que habla en francés.



Equilibrio en el Altar.



Castillo de San Javier (Navarra).



Foz de Lumbier.



Caminante



Expo de Zaragoza.







No hay pérdida.



X.



Amapolas invitadas.




Luz de amanecer.



Solo.



Santo Grial.





«Ramon me fecit 1599».



Barranco de Ip.



Hora punta en Canfranc.

Fotos: Markus Lieben.



domingo, 16 de julio de 2017

Miscelánea.




Camino a Monreal.



Puchero satisfecho.



Alcornoques con chaparreras.



Cerro del Hierro (Sevilla).



Piedras de caminantes.



Castillo de Ruesta (Huesca).



Embalse de Yesa (Huesca).



Aparecidos en San Juan de la Peña.



Ventana con el vientre lleno de piedras.
(Ruesta).



A.



Z.



Túnel en la Foz de Lumbier.
(Navarra).



Y.



Desde el bosque.



Foz de Lumbier.



O.



Tres sobre el Puente del Diablo.
(Nemosio, Breogantino y El Dragón del Diablo).

Fotografías: Markus Lieben.



sábado, 8 de julio de 2017

Manuel El Crúo VI. Cosas de pensar.




El Crúo tiene cara de puerta con gatera, y él no es de ir a tontas y a locas como la Sina, no, es más de Bruce Lee. Recuerda como si fuera ayer, siendo chaval, salir del cine Alfarería, o del Avenida, acompañado del Carapapa, de Pepe Botella y de aquél chaval ¿cómo se llamaba? Lolo, eso es, Lolo El Lobo, los cuatro lanzaban ¡iuú! a diestro y siniestro junto con patadas acrobáticas de karateka y aspavientos de brazos, en plan molinos de viento. Acababan de ver Operación Dragón o Furia Oriental, que da igual, con la lengua como una suela de alpargata después de comerse una bolsa de pipas Churruca por cabeza, mientras, veían en el pantallón a Bruce dar mamporros a un ejército de chinos que volaban como mosquitos hasta estamparse, en una tapia, en un pilón o caer abatidos como peleles sobre un biombo de bambú como consecuencia de su “Golpe de Una Pulgada”. ¡Qué inyección de adrenalina les daban aquellas películas! Salían como becerros de chiqueros, embestían a patadas contra canalones, bolsas de basura volanderas, puertas cerradas, alguna papelera, saltaban bancos de madera como chinos de california. ¡Iuuú! ¡Iaá!

Recuerda también, ya estando con Sina en casa, hará diez años, lo que le impactó ver al karateka de su infancia en un anuncio televisivo de BMW decir aquella frase filosófica: “Be water, my friend”, la repitió una y otra vez durante todo el día hasta quedar dormido, temeroso de que al día siguiente se le hubiera olvidado. Al día siguiente, se dejó caer por el Colegio Cristo Rey, a eso de la hora de salida del mediodía, para por casualidad, abordar a su sobrino Luisito. Le estampó a destiempo un beso. Le abrió la manita sudorosa donde le dejó una moneda de dos euros, y se la cerró él mismo. El chiquillo se quedó en pausa, esperando a que alguien le diera a la tecla con el triángulo o rebobinara para entender.

De vuelta a casa, se saltó ese día la homilía en El Empujón, repitió como un salmorejo de su suegra: Sé agua, mi amigo, lo menos doscientas veces. Aquello quería decir algo. Seguro. Le dio vueltas durante unos días y sacó unas Conclusiones Encrudecidas: primero, que Bruce, en el anuncio, tenía el color de los recuerdos lejanos (blanco y negro), de los difuntos por siempre jóvenes, de los héroes muertos. Dos, que el chino recomendaba a su entrevistador, rezumando serenidad, que fuera como el agua ¿Clara? ¿insípida? ¿inodora? --No. Indolora, eso es--. Indolora como lo es para las piedras que se ven pulidas y redondeadas por ella sin más que dejarse acariciar por su fluir. --Así es—Se ha de seguir la corriente de días de la vida sin nadar contracorriente, dejar que el río de tu existencia fluya desde el venero de tu madre, seguir el curso del cauce con fatalidad tranquilizadora. Al principio, por las tierras altas de la infancia donde el agua pura, recién parida por la tierra, salva desniveles con saltos de imaginación; luego, entre farallones vertiginosos, por los cañones y hoces abisales de juventud, con gusto por lo repentino, lo inesperado, lo arriesgado, lo peligroso; más tarde remansarse y dejarse atrapar en algún remolino de la adultez, conocer el lecho de tus decisiones, los errores, todos los rincones del curso medio, sentir que inexorablemente, el río, orilla lo que no le es propio, lo vencido, lo pasado, los yerros, lo muerto; para en última instancia continuar, sentir la suavidad de la pendiente, y llegada la llanura, agostarse lentamente en los meandros sinuosos, dejarse empujar a las marismas donde se acorrala, retarda y recrea la vida. Rodear islas de recuerdos, antes de conocer, vislumbrar, la desembocadura de tu existencia, la senectud, y finalmente dejarse ir a la mar. Notar la solemnidad del momento, sumergido en la marina turquesa de tu continente, ser contenido, empujado al abismo oscuro del fondo marino, donde hasta tú te olvidas de ti. Es el final, el olvido intemporal e infinito donde generaciones, millones de ancestros ya no son si no recuerdos de los vivos.

Por estos derroteros meníngeos llega Manuel Guijarro Siles al Taoísmo de Exportación. Tienta como un ciego el Principio de la Acción Natural No Forzada o Wu Wei. Ahora lo atisba más claro que nunca. Después de este episodio reflexivo, su discurso vital es discurrir, no forzar, no hacer mientras pueda, dejar que los acontecimientos se sucedan naturalmente, y con esa actitud laxa alcanzar los hitos de su existencia, si los hubiera, sin esfuerzo, sin el artificio tramposo de las metas personales.


Cosas de pensar.
                                                                                                                                   Cerca del final.
Nemozaukas-17.

                         

domingo, 2 de julio de 2017

Manuel El Crúo V. Cosas del género.




De su existencia no quedará constancia en ningún anal de ilustres, seguro, tan seguro como que a él, eso, le importa un carajo. Él es un don nadie y a mucha honra. Un anónimo que vive al borde del camino de su propia vida. Un individuo. Se considera a sí mismo un Miranda, me explico que os perdéis: Una de sus frases ante la interpelación de que qué hace, por ejemplo frente a una zanja abierta en la calle, suele ser un ambiguo—¡Aquí, de Miranda!—que suele acompañar de un arqueo de cejas o de un ligero manoteo, según cotice en Bolsa esa semana el ademán histriónico. ¿Qué significa? pues que él es un observador, un científico de la rutina, un teórico de la vacuidad, del vacío que crece entre la costumbres del pueblo y las horas a fondo perdido. No sé, no sé si ha servido de algo la glosa. Por tu cara, creo que nanay.

Se sabe un parásito: habita un piso de Protección Oficial con Renta Antigua. Viaja de gañote, cada año, a la Residencia Vacacional que la Junta tiene en Matalascañas, a bordo de El Torero que toque, allí se pasea en bañador, camisa y alpargatas de esparto durante quince días lo menos, más que por él, por Sina, que le alimenta el trasteo diario a la playa, el chiringuito, la tortilla, los filetes empanados, la sandía, el cofre preñado de las cervezas y fantas de litro y medio marca “La Cabra”, pero sobre todo, lo que pirra a la jefa es, el chirigoteo diario y encarnizado de sus comadres de arena, que juntas, bajo los girasoles de las sombrillas, despellejan a cualquiera mejor que un pielero, sin necesidad de emplear el cuchillo que usan para trinchar a media tarde un melón piel de sapo. Utiliza el corrillo de focas, picardías para condimentar su conversación, el manoteo para ahorrar palabras, la risa de gallinero para aliviarse de las ridiculeces de sus propios maridos, y el tinto de verano como si fuera agua de Lourdes (Esos días las analgilasas, dolotiles, dolalgiales, Ibuprofenos y paracetamoles los sustituyen por almaxes u omeprazoles de ración, y ya está).

En realidad, si no fuera por la sombrilla XL (retribución en especie de su banco cabrón), las noches más tibias que en casa y la camarilla de media tarde para echar la partida de mus, a él no le compensa, pero a base de años no digamos que le gusta pero al menos se ha acostumbrado. Domesticación marital esta que te impele, sin demanda, a encargarte de tirar la basura, sacar al perro o arreglar la jaula del canario (según la casuística de cada cual), poner la mesa, levantar el asiento del retrete, arreglar lo que no sabes arreglar, colgar un cuadro, hacer los recados, escuchar sin oír asintiendo con cinismo de andar por casa, tragarte los 567 capítulos del novelón ñoño y triste de por las tardes sin que se te escape un suspiro, y menos un ¡me cago en Dios! Y todo, so pena de quedarte a dos velas de melva y sin queso de tetilla de postre hasta que cancele tu falta de “sensibilidad” (enmohecido por la indiferencia que crece en las paredes de casa por la humedad de lágrimas plañideras y mohínes leporinos), o bien, durante el tiempo que dictamine la mandamás. Plazos en cualquier caso veleidosos y volubles, según ande la cosa. ¡Qué le voy a contar yo al voluntarioso lector!


Cosas que sofocan úteros y apagan fuegos de pareja, cosas del género.

Nemosson-17.
                                                                                                                      No sé, no sé si continuar.