sábado, 27 de enero de 2024

Las Señoritas de Sevilla-Este (El este del Edén). Las intensas. Equipo A, de Antigua.

                 Las intensas, de Nemo.

Las intensas. Toma Uno.

Las intensas, así las llaman los puretones que huronean las praderas de escay y neón en los garitos donde ellas se solazan casi todos los festivos como Hespérides con push up. ¿Y los días impares señalados para tocata y fuga del Equipo A?, pues también.
Allí tontean y se hacen las estrechas, entre viudas con veneno en la punta de la lengua, separados huérfanos de suavizante, divorciadas con cáscara de limón en el trasero y solteros con arrugas en la punta de los dedos.

En tabernas vespertinas como esta, se escancian birras a cuatro o cinco pavos y copas de gin sin su yang, por otra parte, el glam -ya sabes tú- tiene canas, está recauchutado y camina sobre alzas negras, de aguja, percentil 9, mínimo.
Las Manoletinas aguardan en el bolso, para alivio de los malditos juanetes.
Cuando "Las intensas" saltan a la zona de baile se oye "I feel Devotion" de la Euroliga entonado por el coro endomingado de manolos con mucha mili y rodríguez con pase per nocta, mientras las observan, ellos mecen una copa en la mano como a un bebé de cuna.
Es fácil ver, aquí y allá, al tinte huir raíz arriba de los cabellos cada vez más cortos y ralos, y a los cuadriles, redondearse al decímetro cúbico, encapsulando magros tocinos producto de los fracasos repetidos en las dietas milagro.
"En estos serrallos de aluvión se respira aroma de climaterio que atufa un microclima vinílico muy glaseado",
-afirmo-.
Hasta la bacante, tras la trinchera de la barra, está enfundada en un profiláctico vestido de plástico negro, probablemente de luto por su primer fracaso matrimonial.
Suena flamenquito o perreo -monta tanto-: se baten palmas y se revolotea a ritmo de un metrónomo batanero sin imaginación. Se chuminea. Relucen los coloretes de las musas de barrio como luciérnagas de ciénaga en una noche de julio.
Junto a la barra, o en los distintos puestos de la montería se grita para hablar. La eufonía cumple destierro lejos de aquí. Es una berrea de puretas adictos al Kukident y gacelas Thomson con estrías en los cuartos traseros.Tanta es la dosis decibélica que aturde y anestesia las neuronas del respetable, ya sonadas de por sí.
"El gonadismo se hace verbo copulativo y el flirteo arte rupestre", -confirmo-.
Aquí es habitual que se practique el rececho con palangre de dichos y redichos. Es frecuente el ojeo de zorzales cojos, despachados estos adanes por exesposas que les sangran una paguita y que les obliga a exiliarse en pensiones con olor a Zotal, alcanfor, y a sardinas todos los martes a mediodía.
"A menudo, verás en este tipo de cosos, rejoneo de boquilla, por machitos primitivos, impelidos hacia las hembras como una teta hacia el centro de la tierra", -lo testifico y firmo-.

Abundan faenas de aliño a capote vuelto, pollera remangada y calzón tobillero. Se dispensan alternativas a base de trastos viejos. Hay avisos de la Autoridad Bacante por el jadeo y el babeo. Abunda la arboladura pirata por la pastilla azul, y el poco pelo, por la alopecia púbica. Verás bajonazos y blandeo por gatillazo. Luego del deslucido encuentro, recogida de zahones y bártulos a la luz cenicienta del móvil. Silencio sordo del respetable. Encogida de hombros de la desembragada que no llegó al último tercio por falta de trapío del monosabio, ido ya con la garrocha chuchurría, y exámine por el sofoco agónico de la corrida. Fantasías eróticas chafadas tras el mancorneo de la yunta. Corraleo del torpe diestro a la casilla de salida sin el pan de oro de un Relato de Nemo. Mutis del Coro en la Bacanal de Becerras y Cabestros.
Al final hay tanta alevosía y nocturnidad en las crónicas de los corrillos como sorna y retruécano en esta de Nemo -Gratias ago Quevedo-.

"En estos purgatorios, los feromónicos varones encienden su aura: queman testosterona y loción de afeitado para darle luminiscencia a su facha", -lo certifico-. Sus dedos, nerviosos, sudan, giran y giran las copas de balón, y en los interludios sordos, sus manos se ahogan en bolsillos con agujeros crecederos que les dan acceso -¡a Dios gracias!- a la bolsa escrotal.
Ellos, cuando se sienten observados, meten barriga, y de cuando en cuando tienen que ir al retrete, ya se sabe, a cierta edad uno se vuelve tan prostático como estúpido, tan digno como indigno. En el tigre suelen mirarse al espejo y ninguno consigue reconocerse. No saben qué hacen allí, pero se recomponen los cuatro pelos, y se dirigen a su puesto en la sala de fusión somática y transfusión sudorípara.
En esta comedia, son actores de reparto, y no lo saben. Ellas sí, sí lo saben. Ellos son una opción fatal, pero la Ley del Caos y el instinto triunfan, además, el burreo galopante rezuma lubricante con sabor a cerezas ambruneses y eso ayuda en los puestos fronterizos de este Jardín de las Delicias para la Edad Otoñal.

El alivio furtivo y el concubinato adúltero suelen culminar un torpe coqueteo, donde el plumerío escasea, el fracaso pesa como un mal presentimiento y las cremalleras suelen pillar piel fina y carne cruda.
"Además, los botones finalmente se arrancan y los perdones se musitan recién nacidos, en oraciones subordinadas donde el sujeto es casi de clases pasivas y el predicado está tan circunspecto como mohíno", -he dicho-.

Suena en la Sala una equivocación del pinchadiscos: "Another road". Lo interpreto como una señal. Huele a flores de castaño. Cruzo la línea naranja de la calle con el desahogo de un político cuando pisotea la Ley y el interés general. Atrás queda la hecatombe de cuerpos de segunda mano. Avenida abierta, herida por la luz crepuscular que cauteriza el vacío. Semáforos trémulos y maduros que tienden al rojo. Zumbido de oídos. Musgo en la soledad del que se sabe sólo. Silbo la canción de Morgan y camino hasta el fundido del hormigón con el asfalto, mientras, se alargan las daltónicas sombras como en un cuadro de Caravaggio. Bordeo las albarranas atalayas de doce plantas, cultivadas profusamente por el capitalismo entre Torreblanca y el Canal de los Presos hasta que consigo dar esquina a un día de brega con Las Señoritas de Sevilla-Este.

Las intensas. Toma Uno. Nemo.

                                          Continuará, quizá.

Membresía de Las Intensas:

-La Mary. La antigua. El sá-sá de la cuadrilla. Canastera y ladrona prometea del Fuego de los Hombres. Alma de zambra morisca y canalillo rondeño que provoca miradas lánguidas en los malmaridados que habitan en un gulag conyugal donde no sale el sol ni por Antequera.
-Lisa. La ondulínea. Ave fénix de la bandada. Acostumbra a morir por alguien, y a resucitar después. Cose sus heridas con hilo de risa. Oriunda del barrio de Malasmañanas de Alcalá de Guadaira; hoy,  vive expatriada en Las Góndolas accompagnatta de un gondolero con una buena forcola pero que sólo tiene rayas en la solapa de su pijama, además de poca sal, y el valor añadido de azúcar en la sangre.
-Prima. Coqueta y adicta a compañías tóxicas. A veces, la vida se le hace bola (Veintiuno). Madre, hermana, prima a la que todos los tontos se arriman. Ánima redentorista y hospitalaria. Cuerpo concupiscente.
-Ana. Lo dice la gente: "-Tiene el corazón duro como un diamante-". La Magnani del Parque de Alcosa y Vadezorras.
-Carmen. Verso goliardo, libérrima, irreverente y pícara "Madonna con bambino". Bien le hubiera gustado a Velázquez pintar su cuero curvilíneo y esa mirada rapaz con el visillo entreabierto de sus pestañas.
Es un arroyo que se precipita en carcajadas sobre días que fluyen al revés.
Y sanseacabó.

Nemo.

                               *****

Fotografía: Markus Lieben.
Las Señoritas de Sevilla-Este. El este del Edén. Las intensas-Equipo A de la Antigua,
de Nemo.
-Tinta y rotuladores en cuaderno de viaje--
Tiesto intenso de las Intensas. Toma Uno,
de Nemo.
Localización: La Madrila de Sevilla Este.
Fondos para Pingonear de la Fundación Grisgrís. Sala del Chacho de las Perrinas.
Amo, dueño y muy señor mío: Rnesttatta Hammatta-Hammatta.

P.D.
Consejo de consumición:
Para deglutir el engrudo del texto, recomiendo una primera lectura somera que te situará mal que bien en los arrabales del Universo Nemónico; una segunda con el freno de mano echado al diccionario o la enciclopedia, y una tercera ya a calzón quitado, saboreando las palabras equívocas, leyendo al dictado entre las ruinas de frases mal construidas producto de la torpeza insolente del infraescrito. En fin, admira los tropiezos sintácticos, disfruta del caos semántico hasta vislumbrar lo que tú crees que dice el texto, sin importar lo que el autor quiso decir, y la criatura, incapaz, no supo redactar.
Si has llegado hasta aquí leyendo, quizá merezcas un Cortázar, un Góngora, un Lovecraft, o el summum, un Borges, ¡Pero esto es lo que hay!
Se aceptan críticas, aunque me importen un huevo. Desahógate, relaja mucho. Eso sí, considera que no es lo mismo leer que escribir ¡Caguen ros!
Nemo.

                   Las intensas, de Nemo.