domingo, 28 de febrero de 2021

Nueve en uno.

                                          I



                                         II



                                       III



                                        IV



                                         V



                                         VI




VII




VIII




IX

Dibujos: Nueve en uno, de Nemo.
        Técnica, lápiz sobre cartón.
         Serie Calendario, y II.
Fotografía: Markus Lieben.

domingo, 21 de febrero de 2021

¡Maíta, tengo gana de partil argo! --Plática de entrevías--.


--¡Maíta, tengo gana de partil argo!
--Iladio, tieg que dejal de lier a Kierkegaard y a Nietzsche, ca día estag raruco. Mira tu henmano Zatu, no zale del hedonizmo de Epicuro y der utilitarizmo de Mills y le va de merendilla, si hasta s'ha jecho Jué de Pá de Villavieja y Vocar Zónico de la Jonda & Escura Minilla Zia con tarjeta pa pagal tó.
Amo a vel, chiquillo, empiesa con Mills, verag que lo que ez güeno pa toz, e güeno pa ti y ensima ze te quita eza cara de vinagre de barril --Continúa la Ma por la vereda--.
Amás, el ramalazo de subjitividad funezta que tú tieé la perderíah zi por fin te abandonarah al folleteo como tu henmano Benitín, y no, ahí dándole al bolindre to er zanto día. ¡Qué jartible ereg hijo mío! ¡A tu defunto padre -que en descanze- tinía que salil!
--Ya, si tié usted razón, maíta, pero eg que ensima zoy de zexualidá confuza, de apetensia rimota y rebuscá, y fetichita contumá, pol zupuesto. ¡Si e que...ma...no ze me empina mág que en loh velorios, úrtima voluntade y en los puestoh de ropa interio de los mercadilloh de loh pueblog. Mihmamente, el otro día, en er mercadillo de Villaverde, me queé como alelao ar miral un maniquí hermafrodita, mitá hombre, mitá mujé que tinía zostén y gayumbos a la mínma . Abobao me queé...¡No zé qué me paza, carajo!
--Amog a vel, criatura, mañana te vag a dil ar Colore con tu henmano Zatu, yo oz pago er alivio que a él tamién l'hase farta. Preguntáis por mi comadre Pastora o por Mateo er cuerno, y le deciz de mi parte que os empresten dog guayabah con vocación, ná de necesitás ni rusaz amargás de la vida ¿Me entiendeg cara peine? ¡Y qué no me enteré yo aluego que os escapaiz en zu lugá ar partido der Beti de ezo. ¡Eztoy jartita!.
¡Niño! ¡Benitín, ven acá p' acá!, mira, coge la fregoneta, te llevag a llevá a tu henmano Iladio ar bingo de Brene. Que ze eche uno cartone y ze tome unog copazoh, y zi jay arguna tieza allí, con ardentía y gana de ponelle log cuelnog ar cabrón de zu marío -que ziempre jay-, pos le diceh que tú no polque t'an operao der manubrio, pero que ézte , y que pa gloria eg muo, y con toa la virtú, no , habíatelas. ¡Y a vel!
¡Y ya s'ha acabao tó, coña! Chitón tó quisqui. Amoh a la caza.

La estación de trenes de Villavieja está solitaria normalmente todo el día y habitualmente,  trescientos sesenta y cinco días al año. Cuatro trenes diarios pasan de largo, o hacen estación de penitencia allí cuando les toca. Casi nadie viaja a ningún sitio en aquellos pagos, y el pueblo, menguante, va camino de dejar de serlo por abandono de su gente como un Macondo de las Minas. Desangelado y anémico de vida, agoniza tras la desbandada que produjo el cierre de la maldita mina. Tal para cual, la estación y el pueblo. Es un binomio recesivo.

Cuando los dos caminantes, Breogantino y Nemosio, el uno de Oestia el otro de Verdeo,
--que no de Almazara-- llegan al apeadero no hay ni Dios. Sorpresa hubiera sido lo contrario. Ni viajeros, ni taquilleros, sólo una máquina expendedora de refrescos guiña un ojo de luz roja a los caminadores. Comprueban, a ocho ojos --ambos llevan gafas-- el horario del tren en un anaquel vidriado con lágrimas de óxido. Confirmado. Faltan veinte minutos para que llegue el tren de las 18,23 horas. Mientras se arrellanan en el solitario andén suena por los altavoces una grabación con una retahíla de recomendaciones para sus cuatro oídos --dos por cabeza--.

Al final del apeadero, justo en el lugar donde empiezan las viviendas de los antiguos ferroviarios, hay un grupo de gitanos de palique y puestos al sol de enero.

Sentada en una silla de enea está una gitana reinona luce su pijama de reglamento y sobre él, una bata de pelo sintético al viento céfiro, en los pies, calcetines altos de algodón con la bandera gabacha que abraza las perneras del pantalón, lleva babuchas con borreguito en el interior y estampado de mantel de los McGredy en su epidermis, --così cosà--; a la buena mujer la rodean los que parecen ser su prole, la dimanancia de sus ancestros: una treintañera con seis caries, tres mellas, dos fundas y tres churumbeles, una adolescente neumática, preparada y lista para desfilar por el Bulevar de las Chonis en el Polígono Industrial Carretera Amarilla, ambas sentadas en la solería del andén con despatarre pernil que viola unos cuarenta y cinco grados entre pierna y pierna, las Normas Posturales de la Mojigatería, Ítem Inglés. Hay, además, dos veinteañeros varones, discípulos dignos de la Escuela Cínica de Il Dolce far niente, Octava Asamblea, Primera Manípula, Primero Derecha y Entrepierna.
Quería decirles, sin embargo, que uno es bravo y el otro, convulso, confuso e ignífugo por no tildarle directamente de manso, y ambos, visten de calle, ¡de aquélla manera! Los dos guardan sus manos en los bolsillos --exigencias del guionista que abajo firma-- de faltriqueras que son hondas como pozos ciegos perforados en pantalones de tergal marca La Cabra, por supuesto. Conversan animadamente todos, bueno, unas más que otros, pero eso ya lo suponías tú, claro.
Nemosio, forajido con más de treinta años tras verjas, rejas, alambradas, muros, puertas, zanjas, olvido y mierda en el archipiélago que constituyen las Inclusas del Monipodio de Iberia --allí donde la vida contemplativa es el camino de ablación mental-- es, por lo demás, uno de los forasteros andantes que aguardan el tren de las 18,23, y coge, al vuelo, el hilo de la conversación del grupo, principio y fin de este episodio tan falto de valor como tendencioso.
--¡Maíta, tengo gana de partil argo!

Nemo.


Texto: "Maíta, tengo gana de partil argo"
            --Plática de entrevías-- de Nemo.
Dibujo: "Estación de tren", de Nemo.
Leer en bucle: Recomendación patrocinada por Rnesttatta Hammatta-Hammatta Inc.


Cuadro de personajes:

Iladio.
Eladio, hijo de su madre, agonías o tío poblemah.
Zatu.
Saturio, primogénito, un vivalavirgen.
Maíta.
Madre, matriarca, factótum de su grey. Ma. 
Benitín.
Benito, proveedor de alimentos. Se dedica a la merca ambulante y a conculcar con denuedo el Sexto Mandamiento.
Zuzana.
Susana, donante de dientes y la más ponedora de este corral.
Chica o la chica.
Dalila, adolescente ya con tijera, que teje y zurce en su Ítaca serrana mientras llega un Ulises con furgoneta o un Sansón con melena.

Nemo.


Fe de erratas. Le tengo mucha fe a las erratas porque ellas cuentan de mí lo que yo no sé.

Nemo.


domingo, 7 de febrero de 2021

Susa y los augurios del 5 de febrero de 1.983. Contiene el Retrato de Susa.


                                   "Si recuerdo, describo
                                   cuando imagino, creo".

                                               Nemo.



Ya está lista Susa para salir: cardado Reina de Saba manufacturado en el Salón de Belleza Nefertiti, pinturas de guerra Pueblo Clovis de Cheyene & Sioux Cosmetics, un vestido Vêteasaber de la Colección Matahari salido del atelier del mismísimo Tito Galbana y gargantilla con la diadema a juego de Grace Kelly Dreams.

Irá con Kuka, Nina y Bea. Punto. Hoy, nada de ir a San Blas a beber calimocho en botellas de lejía. Están todas hasta el moño del rollito de los seminaristas arrepentidos que tocan la guitarra a los pies de la Iglesia de Santiago, que lo mismo se marcan canciones de Víctor Jara que un Aleluya de misa. --¡Son unos moñas, mucho percebe y poca cococha!-- Afirma categórica Susa--.

Primero, y como manda la costumbre, a la Plaza Mayor. Las susonas han quedado allí, temprano, con los Pítima Bros --a las 20,00 horas--.
Susonas, así se hacen llamar ellas mismas, bien es cierto que la ocurrencia del apelativo es obra de uno de sus amigos del internado del San Antonio de Padua, del Capitán Nemo, precisamente uno de la pandilla con la que han quedado esta tarde.

Al llegar a la plaza un runrún humano que bulle ahogará el crotoreo de las cigüeñas de Santa María, San Jorge y San Mateo, además se encontrarán, arrellanados en las escaleras que salvan el desnivel de acceso a la ciudadela histórica, una horda de jóvenes inventando con método práctico el botellón, y patententándolo por el módico precio de una litrona, --ellos jamás imaginarán que están haciendo historia--.
Para más detalle, hallarán, apoyado en una de las pilastras que abrigan los soportales delante del  mesón El Miajón, a uno de los camellos de el Borrasca haciendo de atlante hipóstilo --un pie en la solería de piedra y el otro, a modo de palanca sobre el fuste de la pilastra--, por la hora, será Manolo, auguro.
Este buhonero de pirulas, tripis, farlopa o costo vestirá vaqueros pitillo Lois, se sabe, también que calzará sandalias de pescador de bajos fondos con calcetines zurcidos, por supuesto, y sobre su percha de huesos, una camiseta Lee, gastada de tanta Zanussi, y claro, sobre ella un chaleco listado de su abuelo Jero tuneado con tachuelas por el mismo. A modo de medallas, en su escurrido pecho estarán prendidos un pin de "Nucleares, no gracias" y otro con los rojos labios y lengua de The Rolling Stones; amén de unas gafas de sol para no ver las estrellas, y tupé engominado, además, a sus pies estará su perro Flan, un pastor alemán que emula al cerdo de San Antón pero con más impostura, porque, estará sentado el animal sobre sus cuartos traseros al tiempo que se relame el pijo. La figura del can humaniza a la del mercurio de los drogatas que resulta algo funesta;  convengamos en que, encima, le dará un toque imaginero a su pagana talla sin peana.
Afirmo que el camellito borrascoso es ya parte del decorado de este ecosistema terrestre léntico, y por supuesto, su pose de ramera zancuda en un albañal somero, es, icónica, --cierto, y abajo lo firmo--, además, es tan impepibable su presencia como el revoloteo de bandadas de chicos y chicas en las orillas de piedra de la plaza, afanosos en el trasiego de risas y botellas medio vacías.

Las Susonas han quedado en El Extremeño con los Pítima Bros --ya lo he dicho, sí-- que son una cuadrilla de expósitos por estudios, residentes en el agónico internado del Colegio San Antonio de Padua ubicado en la calle Margallo. 
Es primeros de mes, los chavales ya habrán recibido el giro con la asignación mensual de sus padres, y conociéndolos, las invitarán a unos sansones --jarras de cerveza de un litro--, y el aperitivo viene dado: cazuelitas de patatas revolcás con tropezones de torreznos y pinchos de prueba de cerdo. Con esto salvarán la cena. Después, si se animan Juliopondio, Herr Néstor, Pepe Grillo, Paco el Patuco y el Otro, ellas les darán bola porque son majos. Saben que los chavales están algo verdes, pero las ponen a todas, sobre todo Patuco.
--Tiene más vicio que una tomatera-- dirá de él Susa.
--Palabra de Dios...o tú o yo,
al Patuco se lo comíamos tó--
Contestará procazmente, y con tono, Bea.

Hoy, 5 de febrero de 1.983 hay actuación en La Machacona. Coup de Soup presenta allí su nuevo álbum denominado Sonetos amorosos portugueses; así que, sin duda, allí se congregará la modernidad efervescente de la ciudad. Decir que es el grupo musical más luminoso de la movida de Cáceres, es indiscutible.
Por eso estarán todos de acuerdo, ellos y ellas: irán a escuchar la música en directo.
Entrarán en el sagrado templo de los dioses donde se honra a la movida cacereña, y lo harán algo cohibidos por la masa tan numerosa como variopinta y abigarrada de jóvenes que allí se congregarán. Verán aquel hormiguero de bóvedas de cañón y crucería abarrotado de muchachos de todas las tribus urbanas, punkys, roqueres, modernos, góticos, pijos, macarras y alguno escapado del nido familiar.
Sobre la tarima que forma el escenario estará Pedro Almodóvar --exinterno del internado de dónde la Banda Pítima Bros salió hace hora y media, y asiduo del garito-- y este sacerdote de la modernidad, micrófono en mano, como profeta de la movida, glosará el mérito musical del grupo, y después, le entregará un premio horroroso al líder del conjunto musical como reconocimiento, y será su bendición nihil prius fide de la nueva ola con ámbito cósmico, para mayor gloria de esta banda de pop/rock cacereña. Acto seguido, el grupo de músicos, henchidos de la lírica que nacen en los momentos mágicos, tocarán los primeros acordes de su tema más reconocido, Lusitania Express, y su letra, será cantada a coro por el público, porque todo quisqui la reconoce como el himno de esta pagana eucaristía de la que son partícipes, y dónde el sumo pontífice ha leído las sagradas escrituras de un tiempo nuevo, joven, pagano, transgresor e irreverente.

"En la estación tomando café
estás esperando el tren,
dos alemanas en el andén
le daban al jota be -JB-
aturdida y nerviosa decides subirte a él
nadie te despide, de nadie te despides
en el Lusitania Express..."

Lusitania Express.
Sonetos amorosos portugueses.
Coup de soup.


Con esta canción de fondo, al trantrán, el grumo de chavales recién llegados avanzará con dificultad entre la muchedumbre congregada de estudiantes y estudiados ya. Se moverán por las galerías trombóticas de La Machacona. Buscarán un sitio para escuchar el concierto y tomar unos botellines Mahou.
En el fondo de una galería sin salida, rodeados de un halo de luz primitiva proviniente de una lámpara de mesa que amarillea, y colocados fronteros, encontrarán a sus amigos, el Capitán Nemo y Moly. Estará el par de pollos en su primera cita a solas. Trascendental, aunque ellos no lo sepan; la vida de ambos quedará marcada por esa cita, por ese día, 5 de febrero de 1.983.
Se saludarán efusivamente todos, y dejarán a los tortolitos sembrar un presente que huele a futuro ignoto. Admirados quedarán los amigos por el brillo tan especial que hoy despiden los ojos de la pareja. Besos con lengua, manos que abarcan una tierra húmeda y cálida.
De fondo, mientras se ubica la panda, se escuchará el tema titulado, Las Lágrimas de un chorizo.

"Cuando te conocí
me dijistes tú a mi
--voy a quedarme junto a ti--
yo te miré con asombro
tú te encogistes de hombros
y ahora estoy llorando yo por ti..."

Las lágrimas de un chorizo.
Sonetos amorosos portugueses.
Coup de soup.


Agotado el aquelarre de la nueva ola, un desfile de extrañas criaturas matriculadas en institutos y facultades se dispersará al salir de este terrario de la modernez ochentera, también los Pítima Bros, y las susonas.
De ellas, la que esta noche se salga del plan de ruta con alguno de aquéllos, que San Sirolé se lo bendiga, las demás, se harán acompañar por el resto ya avanzada la noche, para dar una vuelta por la zona de La Madrila.

Probarán en el Rita --el otro santuario moderno, donde las rosas bailan, los higos maduran y las amapolas adornan la sala--; convertida esta Sala en pradera de unos Campos Elíseos llena de niebla con aroma a Ragatza y Agua Brava, y regusto a saliva de tabaco rubio Fortuna. Quizá se dirijan a lo más canalla de la zona, ¿quién sabe?, a Jarra y Pedal o tal vez a Faunos --apuesto una metáfora inédita, a que en este último antro sonará Sábado noche de Moris-- pero, si allí está la cosa triste, porque al fin y al cabo es sólo jueves aunque es festivo, siempre podrán  tirar para La Fontana, aunque esto es optativo. Puede que a esas alturas de noche sus amigos del internado ya habrán tenido que regresar a su inclusa franciscana como cenicientos estudiantes sin pase per nocta.
En fin, luego ya se verá, ellas confían en el azar: si hay pagafantas de guardia para sacarles unos cubatas, pues se consiente, se baila y se roza una un poco ¿Qué no? pues abortan la segunda fase y tiran de plan bee, de oveja --ellas son las Susonas, empoderadas hasta los calcañales--.
Sin hipotecas de lealtad barística se acercarán a la Senda de los elefantes y ya está. Tranquileo summo. Me explico, este itinerario alternativo es un rosario de pubes y bares de conversación y tentempié, frecuentados por: puretas con goteras, cierrabares pertinaces como la sequía de Franco, bohemios con su mugre detrás de las orejas y tufillo sobaquero, muermos sin cencerro ni perrito que les ladre, culturetas miopes que nunca confesarán que leen a Agatha Christie, separados saeteados por su ex como un San Sebastián, y busconas con el dedo anular sin vitola, --allí hay posibilidades, gente con perras, trabajo, coche, incluso kelly propia-- dice Susa--.

En estos garitos hay hilo musical de fondo, tipo New Age sobre todo, producciones de Windhan Hill Records: escucharás a Akerman, Suzanne Ciani, mucho Nightnoise y las estaciones de George Winston, todas; tal vez oigas maullar a algún cantautor en algún garito, no sé, Pablo Guerrero, La Mandrágora, Víctor Jara, Silvio Rodríguez, la Vieja Trova Santiaguera, Hilario Camacho, Bob Dylan, Lou Red, o en el peor de los casos, quizá te llueva un pedrisco de notas musicales a piano y saxofón de los típicos temas del jazz centroeuropeo más marmóreo, por ejemplo. Además, habrá luces de ambiente aquí y allá, lámparas abrigadas con un pañuelo de muselina granate o lila, --monta tanto--, también, cantidades industriales de humo de tabaco. ¡Qué exótico cuadro impresionista pintaría Toulouse-Lautrec con esta atmósfera! Sigo. 
Caracteriza a los locales de la Senda de los Elefantes una proverbial promiscuidad de tipos de asientos, --lo tengo visto y comprobado-- tan diferentes que a veces te evocarán el último velatorio al que asististes en el pueblo.
Todo el conjunto se completa con los asiduos figurantes, pelones o como poco cabello que ya peinan voraces entradas y tonsura solidea, y que devengan gratis, sí o sí, peroratas de alguno que otro sabelotodo con título universitario pasado de rosca; puede que allí te toque en suerte algún mitinero oportunista con carnet de la CNT, --el tonto del culo, en realidad no se crea, sólo transforma su ideología, y sobre todo, se da coba a sí mismo porque es lo que desaloja--.
¡Ojito, aviso! en algunos corros, allí dónde predominan los gafapasta, los quevedos redondos y el rizo libre, se disecciona sesudamente los diálogos afilados de la última película de Woody Allen, cuidado, es la zona cultureta. ¿Has leído Cien años de Soledad? ¿Conoces a la Generación Perdida? No, padre. Y, claro, no eres de natural ocurrente o gracioso y si encima no estás puesto en la Nouvelle Vague, pues mejor pasa de largo. Hay otros abrevaderos.
Perdón, perdón, lo siento, no olvides y estate prevenido con los tristes, porque de alguno de ellos no descartes escuchar, en un rincón, la llantina del recién separado que ya lleva cuatro cubatas encima. Es lo que hay. A estos, la Susa los entiende de maravilla: ella les cabecea síes o nones a demanda mientras ellos desgranan su historia de desamor, y ella, como quien oye llover se bebe los cubatas gratis que sea menester; cuando el susodicho está ya blando, tragando hipos, le acaricia la calvorota y si es necesario le da pecho ¿Esto qué es? pues fácil, le atrae suavemente su cabeza hacia sí, y da cobijo a la testa del fulano en el valle que hay entre sus tetas. Luego, o hacen pan --entiéndeme, Fernando-- o con tono de princesa de cuento dice --Ya es tarde, me quiero ir a casa. ¡Coño anímate,  pichurri, qué hay más tías que botellines!--.
Si el mantujo le hace tilín pues se va con él --de paso le salva de sí mismo--, a su casa, a la de él, salvo que viva en una pensión, claro, por ahí no pasan las susonas. Por descontado, si ella decide que cada mochuelo a su olivo, pues le dará carrete al plañidero pureta para que la acompañe mansamente cruzando la madrugada por calles solitarias y umbrosas. Será un irse lentamente, peripatético, digiriendo confesiones de un extraño con nombre antiguo, justo hasta el portal del bloque de la calle Colón donde comparte piso con las otras susonas. Allí: --¡un beso, corazón! ¡Hala, que es muy tarde! Llámame cuando quieras. ¡Adiós!--
Sin piedad, a quemarropa le disparará Susa su verbo hoy no copulativo.
Patada a seguir.

Nemo.



Retrato.

Susa
Son las 8,35 horas de un lunes de marzo de 1983, luz cenicienta y fría, un profesor de Literatura pasa lista en la clase de 3° C de B.U.P. en El Brocense:
--Susana Armas...¡Presente!... María J. Milano...¡Presente!...Ana Porras..--¡Presente!--, Francisca Retortilla...--¡Presente!--...etc--, recita Don Marcelo con tono salmódico y responden con desgana las alumnas.
Francisca, es decir, Susa, ahora se siente sobrada, pero no siempre fue así, --sentada en la última fila de clase recuerda el barullo de emociones de aquella época--; cuando llegó del pueblo hace tres años se sintió vulnerable, abandonada por los suyos, extrañada y expulsada del paraíso de su pequeño mundo rural. Tenía 15 años y no era precisamente una musa, su desarrollo fue tardío y su aspecto de aceituna gordal la acomplejaba.
Sus padres, sabedores de la crucial etapa vital que atravesaba la adolestente la buscaron un internado que la protegiera. El Sagrado Corazón fue el elegido. Un internado regido por religiosas y del que los progenitores tenían referencias de una sobrina que había pasado por allí hacía dos años. Pensaron que con un ambiente relativamente controlado y seguro, los peligros que acechan a toda chica de esa edad se aminorarían: malas compañías, inestabilidad emocional, miedos y riegos de echarse a perder sin el control de los padres en la pequeña ciudad de provincias.
Quieta en el estribo del autobús tras la Semana Santa del segundo año, Petra, su madre, le descargó una de sus admoniciones alegóricas:
--¡Niña, que ningún fresco te haga un bombo! Ese burladero que tú tienes, es...el redondel de la Monumental, y ahí sólo torearán figuras, maestros, nada de muletillas ¿me entiendes?--

Luego, vueltas y revueltas de curvas por una carretera mal dibujada en la montaña, con sarpullidos de gravilla en los arcenes, eccemas y úlceras en la piel áspera de su asfalto, que cuando llueve, en algunos baches podría aprender a nadar un niño. Y llegar al templo desacralizado y desvalijado de la estación de autobuses, siempre la embarga una sensación perenne de desangelado frío. Desde allí la diáspora de conocidos irriga el callejero. Se ve a sí misma caminar con el lastre de su maleta por Los Frates y Antonio Hurtado hasta el colegio, siempre en vísperas de clase.

El primer trimestre del primer año lo recuerda traumático. La soledad y el desamparo le calaron los huesos, tan sólo la solidaridad entre las novatas fue crucial para superar esos tres meses, sobre todo cuando les tocó sufrir las novatadas de las veteranas. Al terminar el primer curso, a mediados de junio ya todo era distinto, abrió los ojos y contempló su futuro ante sí, ella era la protagonista.
Ese verano, de vuelta en el pueblo intentó convencer a sus padres para irse a un piso con otras tres chicas. No lo consiguió. Fue al iniciar el curso del tercer año --1983-- cuando logró la emancipación real y se fue a vivir al destartalado piso de estudiantes de la calle Colón, con Bea, Kuka y Nina, las susonas.

                      A la generación
                      que heredó la libertad
                      escrita con caligrafía antigua
                      en un cuaderno Rubio.

                                                  Nemo.


Textos: "Susa y los augurios del 5 de febrero de 1.983" y "Retrato de Susa" de Nemo.
Dibujo: Nemo.
Técnica: carboncillo sobre papel.
Fotografía: Markus Lieben.

*Advertencia:
Cualquier parecido con la realidad me importa un huevo, y si no es así, el otro. Sí, he cambiado nombres, he inventado lugares, personajes, situaciones y tiempo ¿por qué?, porque sí. Velaí.

Nemo.