domingo, 11 de febrero de 2018

Imágenes mínimas de costa.




                     Atardecer en un caño.
                Punta del Moral. Isla Canela.





Paisaje elemental.





Poniente sobre La Gola.





Mínimo.





Mapa citogenético de una playa.





Rincón y su barra.





Gaviota.





Playa de Mar (Martí).





Cabo de San Vicente (Portugal).





Cruz de navajas.





Ventana casi llena.


Tiestos: Nemo.
Fotos: Markus Lieben.












sábado, 3 de febrero de 2018

Cuatro estampas variopintas y un alegato escénico de saldo.






La Calavera de Siete Arroyos.
(Villaverde, Sierra Norte, Sevilla).




El arroyo corteja a su higuera.
(Siete Arroyos).




Luces.




La vaca que lee.
Serie: Minórica MMXVII. Mahón, Menorca.




Alegato escénico de saldo.
Lugar: Ayamonte. Tiempo: Rebajas de Mes Bisiesto.

Imagen de Kent Mc Maniquih (primero de la izquierda), activista de DummyFreedom en una Representación Experimental (Performance Art Static) que denuncia la vulneración de derechos que sufre el Colectivo de los Muñecos de Escaparate (COCOS AR) en el ámbito comercial durante la temporada de rebajas. El Colectivo Cocos Ar tiene al ínclito Kent entre uno de sus líderes e ideólogos. A esta organización se le conocen nexos de unión con diversas sociedades y grupos de filiación diversa, siempre antisistema, como por ejemplo han participado en la organización de actos junto al Colectivo Sombras Chinescas, así, ocuparon a la limón, durante 3 días y 3 minutos varios colectores del alcantarillado de la ciudad china de Macao provocando un atasco de mierda notable. Consecuencia de él, las autoridades ordenaron y limitaron al gregario y obediente pueblo a una defecación por barba cada tres días, sólo consintieron saltar la norma al afortunado que dispusiera en la vivienda de pozo ciego, de cuadra o pañales XXL, bueno, pues para animar a la continencia de heces en el claustro tripero repartieron ingentes cantidades de medicamentos genéricos astringentes, arrobas de bismuto, acetato de aluminio suficiente para atorar un lago alpino y convertirlo en una ciénaga con macaenses, y ojo el que desobedezca —¡Se va a cagar!— advierte el tríptico del edicto, aunque en chino, claro. Por cierto, el tufo que desprendían los miembros saboteadores después del operativo les acompañó siete días, hasta su higienización a manguera y valde en la frontera con Mongolia, camino de la expulsión, allí les dieron asilo por razones sanitarias una vez finiquitada la Operación Desmierde.

Frecuente es también su colaboración en Operativos de Atontymus como la recordada acción del Concierto del Fary en El Ejido, donde acudieron en tropel disfrazados todos de Elvis Presley, llevaron de la mano, cada uno, un sordo de nacimiento, y a la señal convenida de Kent y de un enmascarado Atontymus, gritaron como sordos, todos, hasta hacer callar al perplejo cantante, que estupefacto se retiró al camerino donde se arrugó como una ciruela pasa, y sollozó hasta hipar, sólo cesó después del alivio reparador y homeostático generado por una faena de mano que le regaló la más hospitalaria de sus coristas, Rosilla la Postilla.

No quiero dejar de hacer referencia a la famosa Acción reivindicativa del Día Internacional del Chuchoflauta (Can Tibiae mediterranii). Año 2015. Verano. El tal Kent Mc Maniquih, a través de la Red Oscura, acordó con el líder de No Sin Mi Flauta un escrache al pijo y a la avifauna autóctona de la calle Serrano de Madrid, además de su connivencia obtuvo garantía de mugrusos y desharrapados con varios trienios de roña acumulada tras las orejas, y por supuesto, un persistente olor a sobaquera, tabaco, sudor y humo, —¡garantizado!—afirmó el gangoso Pipe, pastor de aquel rebaño— Tanto los enchancletados de espíritu libre como sus chuchos ambientaron el alicatado viario y las Galerías Comerciales, a escape libre. Total, que amaneció justo cuando salió el sol, y después, la deambulación a demanda de los habituales compradores del Barrio de Salamanca, sus estirados moradores, y los guiris de calcetines con sandalias y Visa Oro, vieron alterar el discurrir manso de sus vidas estancas a consecuencia de una invasión de ultracuerpos que bien podían venir del Concierto de Woodstock o de pillar maría o costo en Camden Town. Blanden estas huestes, casi todos, cuando no tocan, una flauta, unos bongos, una ocarina o un pandero. Sus cánidos con pañuelo al cuello marcan una y otra vez las esquinas vírgenes de orines, los parterres recién afeitados con podadora eléctrica. En los semáforos barbudos malabaristas lanzan bolos al aire, y en las calles peatonales, en el umbral mismo de las más elitistas tiendas, esqueléticos faquires dormitan sobre lechos de cristales como eccehomos tras el descendimiento. El impoluto adoquinado queda alfombrado con el top manta, sembradas las aceras de calzoncillos de marca falsa y bragas con portezuela, de almoneda de artículos artesanos que ellos mismos fabrican a base de alambre y latón, de hilo, de papel reciclado, pinturas naif o étnicas y algún puesto para serigrafiar camisetas. Y aún hay descamisados con greñas que escupen flemas de fuego. Destacar que entre el gentío se encuentra el Subcampeón de España de Lanzamiento de Esputo Sin Dientes, u otros que dirigen las monerías de una reala de pulgosos del mismo modo (con la misma valentía) que Ángel Cristo, vara en mano, lo hacía con leones. Horripilados los tenderos, uno a uno, sin acuerdo pero con el mismo miedo al mundo, bajan las persianas de los negocios, los moradores se recogen tras los visillos y las compradoras plumíferas con repóquer de tarjetas de crédito a cargo de algún cornudo se refugian en la clausura de los recibidores cubiertos de mármol de algunos hoteles de lujo. Alguna hubo que pidió amparo en las vecinas embajadas de EEUU y Francia, pero de nada les sirvió tirar de apellidos compuestos o presumir de hablar inglés y francés a Nivel Avanzado.—¡Por favor, señoras vayan con su pamela al Hipódromo de La Zarzuela, esto es territorio americano!—Les espetó insolente el marine de turno en la verja—. Una marabunta de transeúntes desubicados transitan, y Kent, junto con tres miembros de Cocos Ar se encaraman con la torpeza habitual de los muñecos de escaparate en lo alto de la estatua que corona una fuente neoclásica, concretamente a la grupa del caballo que monta un prócer con uniforme y sable. Allí, sienten la frialdad del mármol hecho obra de arte. Puño en alto, "Los cuatro de la fuente", se hacen unos autorretratos con los teléfonos móviles para luego difundirlos por las redes sociales. Poner cara de póquer les sale con la misma naturalidad que al imaginero del vinilo, del caucho o del peuvecé, está claro. Y como en la canción, en eso que llegan policías, y salen como aqueos de las entrañas de los furgones y dispersan a los menesterosos invasores troyanos en un verbo, a porrazos o con su simple oferta: —¡Señores, no corran tanto que hay goma para todos!—dijo templado, casi frío, el Jefe de Grupo—.

Estos y otros milagros dan movimiento a la biografía de Kent Mc Maniquih, factotum de Coco Ar, y ejemplifica la puesta en práctica de su ideología hierática, pasiva y refractaria al status quo político, social, a los dictados de los vanguardistas estetas de escaparates, crítico con las tendencias asimétricas de los diseñadores en boga al cortar la tela que viste a sus correligionarios maniquíes, y encarnizado enemigo del sadismo con que los tenderos y decoradores les punzan sus magras carnes de vinilo, con alfileres, agujas e incluso grapas o púas, todo para dejar la sisa ajustada, lo bajos ni cortos ni largos y la cintura clavá, literalmente. —No hay derecho—afirma rotundo Kent sin mover un músculo que no tiene—. 



                                                              Fotos: Markus Lieben.

Pies de fotos e informe del Alegato: Eam Mc Nemoh.